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Domingo 15 de septiembre de 2013

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Cultural El Duende

Columna “Mirador”

La chota fatal

15 sep 2013

Fuente: LA PATRIA

Por Buenavista

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Muchos son los “disfraces” adoptados por la mujer desde el remoto tiempo de su creación. Es posible que los lamentables resultados obtenidos como producto de sus primeras correrías en el Paraíso Terrenal donde, como se sabe, actuó completamente desprovista de todo disfraz –dichosa época– la hubiesen inducido a buscar, desde entonces, nuevas formas de presentarse en escena. Particularmente, en esta escena ligeramente deteriorada del Amor, que requiere constantes retoques para atraer a su público. Ya no más la Mujer desnuda, ni de cuerpo ni de alma; eso quedó para la Historia (Sagrada).

Entre las múltiples caracterizaciones teatrales figura una relativamente reciente: La Mujer Fatal.

Su campeona máxima fue Greta Garbo que, con voz ronca y prendida con todos los dientes a la oreja de su amante, declaraba en episodios inolvidables: “Quiero estar sola”.

Su fatalidad era algo simplemente impresionante. Los hombres caían como moscas borrachas de “Fly-Tox” junto a sus pies –sus grandes pies. Desde allí le entregaban su corazón, su fortuna, unos documentos secretos, su pluma fuente, sus cortaplumas, cualquier cosa, con la misma facilidad. Las consecuencias eran necesariamente fatales: se suicidaban, eran fusilados, los enviaban a Siberia, etc., etc. Ella lo contemplaba todo con un infinito aire de tedio, fumando cigarrillo tras cigarrillo en boquillas cada vez más largas.

Pasó la Era de la Mujer Fatal. Pero su semilla quedó flotando y “prendió” entre nosotros; aquí encontró tierra fecunda y abonada para ella. La “chota” resultó convertida en heredera universal de los magníficos atributos.

¿Para qué describir a la “chota”? ¿Quién no la conoce? Basta visitar determinados cafés locales para encontrarse con su figura entrañable.

Sus recursos, claro está, son limitados. No dispone de cigarrillos turcos perfumados con raras esencias. Un modesto “Derby” basta. No se extasía con la música de lánguidos valses vieneses. ¿Pero y el tango? ¿Acaso podría imaginarse música más adecuada para desarrollar la “fatalidad” de la chota que este famoso tango en el que las “percantas” abandonan a los “malevos” que, en tal trance, beben una “última copa” al son de un “triste bandoneón”, mientras “la viejita” jjhora junto a un farol (también triste)?

Los “boleros” desempeñan su parte últimamente; esos boleros en los que él le dice a ella que, como la quiere mucho, es mejor que cada uno se vaya por su cuenta, porque, claro, etc., etc. Y, de vez en cuando, una “ranchera inconclusa” (¿te acuerdas, Emilio?) sirve para epilogar el drama de pasión y de celos.

La chota –¡oh chota inefable de mis años mozos!– no puede escoger sus víctimas entre oficiales de algún ejército imperial o banqueros que manejan la política internacional desde sus libros de cuentas o embajadores secretos. Le bastan modestos estudiantes de Derecho o, cuando más, cajeros y habilitados de oficina pública a los que ella arruina haciéndose invitar chocolate en día ordinario o picantes en Obrajes los domingos. Cajeros que van luego a la cárcel, donde otros cajeros los reciben con exclamaciones cordiales: “Qué tal, che… ¿dónde te has perdido? … ya era tiempo…”, etc.

Entre tanto, la chota fatal, echando bocanadas de cigarrillo módico, continúa sentándose en las mesitas próximas a la orquesta de algún cafetín adecuado. Su destino es casi siempre también “fatal”. El cantor de la orquesta la “arrastra al arrabal” y acaba ella planchando ropa “al por menor” mientras tararea nostálgicamente los sones de “aquel maldito tango”.

Walter Montenegro Soria. Cochabamba, 1912 - 1991.

Diplomático y escritor.

Como periodista tomó el seudónimo de “Buenavista”

Fuente: LA PATRIA
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