Loading...
Invitado


Domingo 15 de septiembre de 2013

Portada Principal
Cultural El Duende

Desde mi rincón

Los problemas de Egipto no tienen solución

15 sep 2013

Fuente: LA PATRIA

Jordi Llaonart La complejidad de las situaciones que se viven en el mundo árabe me lleva a entregar otro texto ajeno: en este caso, de un especialista catalán en asuntos árabes y en su Oriente Medio. Su contribución también es fresca: apareció el pasado 16 de agosto en el diario virtual Vilaweb. Y me parece también digna de lectura, particularmente donde nos encontramos a tanta distancia del escenario de los hechos; y los canales de televisión y demás expresiones periodísticas ni suelen ni pueden preocuparse de que las noticias que no cesan de difundir lleguen dentro del contexto que facilite su comprensión. Incluyo la ilustración que acompaña el texto porque ya por sí misma es toda una interpretación de los acontecimientos

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

En Egipto están viviendo un infierno. Desde el día que expulsaron a Mubarak la situación social, política y económica del país se ha degradado a un ritmo estremecedor. Ahora los militares han dado un golpe de estado porque quieren dejar la situación como estaba: democracia tutelada por los militares, relativa libertad de expresión supervisada por el ejército y veto de los Hermanos Musulmanes y demás opositores islamistas en las instituciones. Éste es el escenario del pasado hacia el que se dirige Egipto y del que no debería haberse movido nunca.

Si Egipto fuera un país con recursos, diría que está a punto de atravesar el umbral de una nueva época porque la gente de todas las ideologías ha salido a la calle y ha iniciado un debate apasionante con sus conciudadanos. Muchos egipcios creen sinceramente que su país puede salir del pozo y discuten sobre el camino que han de seguir.

Si visitan el Cairo, comprobarán que hoy el intercambio de ideas es más vivo que nunca. Esto en todos los niveles: desde los académicos más ricos y más ilustres hasta los analfabetos más pobres, todos participan estos días en Egipto en un gran debate sobre el futuro del país. Éste es un ejercicio que puede dar a entender que ya tienen un pie en algún tipo de transición nacional: pero a mí, este espíritu crítico y de lucha gestado en los últimos meses no me produce ningún tipo de optimismo.

En efecto, creo que Egipto no va a ninguna parte y que el remezón vivido el último año y medio ha sido un grave error. Durante unos meses parecía que el país se movía y que podía avanzar, pero Egipto no tiene a dónde ir. Simplemente, no está preparado y no tiene ni los recursos ni las habilidades que le permitan dejar atrás la sombra de Mubarak y de sus generales.

La dirección de los Hermanos Musulmanes lo sabía; por esto no participó ni en las manifestaciones ni en la revuelta contra el régimen militar de la famosa plaza Tahrir, desde el 2011 hasta el final, cuando todo ya estaba decidido. Creíamos que no estaban porque quizás tenían un pacto con los militares o porque la revuelta de los jóvenes del twitter les había cogido de sorpresa... No, no estaban porque no querían el cambio de régimen. El plan de los Hermanos Musulmanes era continuar con la estrategia que tan buenos resultados les ha dado en las últimas décadas, islamizando la sociedad desde su interior, no desde las otras esferas de la política y del poder. Al fin y al cabo, su objetivo es islamizar la sociedad, no gobernarla.

Pero como la ola pro-democrática fue tan fuerte, los arrastró y las juventudes del partido forzaron a los dirigentes a concurrir en las elecciones, a regañadientes. Los viejos Hermanos Musulmanes no son sonsos y querían evitar un enfrentamiento directo con el ejército. Los jóvenes, en cambio, querían romperlo todo para hacer un país nuevo. El problema está en que la base de que parte Egipto es tan precaria, que no tiene dónde apoyarse para levantar cabeza.

Supongo que durante las tensas reuniones en el cuartel de los Hermanos Musulmanes que aprobaron su participación en el proceso político, la vieja guardia debía decir a sus jóvenes algo parecido a lo que el shah de Persia dijo a los opositores un par de años antes que le expulsaran del país: “A los que sólo reclaman libertad, les pregunto: ¿para hacer qué quieren la libertad?”.

¿Cuáles son estos problemas que tiene Egipto a que me refiero? Para comenzar, son demasiados. He hablado con personas que han intentado convencerme que el exceso de población joven es un valor. Yo siempre les respondo que millones de jóvenes sin nada que hacer, nada que estudiar y ninguna parte a donde ir es, simplemente, un problema. El hecho es que Egipto es un país pobre con poco trabajo y pocos alimentos para repartir entre una población concentrada en una de las mayores densidades del mundo. La superficie total de Egipto es de un millón de kilómetros cuadrados, pero la población está concentrada en los 40.000 kilómetros cuadrados que ocupan las orillas del Nilo. El resto es desierto.

Se calcula que Egipto tiene unos 90 millones de habitantes, de los que un 70 % viven de la agricultura; pero, curiosamente, a pesar de la ingente mano de obra dedicada al campo, el país apenas si produce la mitad de los alimentos que consume. Como consecuencia de ello, la mitad de la población dispone de una dieta insuficiente; pero por lo menos los más pobres se pueden alimentar porque el Estado subvenciona el precio de muchos alimentos. Esto lo hacen a costa de un enorme déficit y de sacrificar la ayuda internacional que debería ir destinada al desarrollo.

Además de ser mucha gente, los egipcios están poco preparados para el mundo moderno. Cerca de la mitad son analfabetos. El paro oficial es de un 15 %, pero hay que tener en cuenta que el gobierno sólo tiene registrada como población activa la mitad de los egipcios en edad de trabajar. Por tanto, digamos que un tercio de la población no tiene trabajo. Este panorama es, en parte, responsabilidad de los gobiernos militares que han saqueado los dineros del Estado. También ha influido su mala planificación, porque los militares se dedican a imponer políticas de control, sin molestarse en fomentar la productividad. De hecho, los militares son los primeros que deberían contribuir a levantar el país, pero sólo se preocupan de llenarse los bolsillos.

El poder económico del ejército data de la época de Gamal Abd al-Nasser, que en 1952 dio un golpe de estado militar y promovió un plan de nacionalización de las empresas. Al frente de las industrias colocó a militares, que crearon toda la red de corrupción que todavía tiene atrapado Egipto y llevaron la economía del país al desastre. El sucesor de Nasser, Anwar al-Sadat, se alejó de las políticas socialistas de su predecesor y de la Unión Soviética, tratando de liberalizar la economía con una serie de privatizaciones que no acabaron de satisfacer a los militares. ¿Recuerdan que a Sadat le asesinaron los Hermanos Musulmanes durante un desfile militar? Pues resulta que también tenía enemigos en el ejército...

Después llegó Hosni Mubarak, que se encontró con que Sadat había hecho las paces con Israel y comenzó a crear industrias y empresas para colocar en ellas a los miles y miles de soldados que ya no necesitaba el ejército. No se podía arriesgar a dejarlos sin trabajo, porque en los años 80 el mercado de trabajo ya estaba saturado de gente joven desocupada. Estas empresas se beneficiaron de ayudas y exenciones fiscales. Y, además, no han pagado nunca impuestos.

Este imperio dirigido por los generales no ha cesado de crecer a la sombra de las ayudas estatales y nadie conoce su magnitud ni su volumen de negocio. Hay gente que dice que las empresas controladas por los militares representan el 40 % de la economía. Quién sabe… En realidad, no se puede saber. Si hiciéramos una lista de las cosas más prohibidas en Egipto, en primer lugar estaría la investigación o la divulgación de datos sobre este tema.

¿Verdad que a uno le gustaría preguntarse qué pasaría en Egipto si los más ricos aportaran algo a las arcas del Estado? Pues esto tampoco lo sabremos nunca, pues quienes tienen mucho no quieren compartirlo. Y en el caso de Egipto, además, tienen las armas para acallar a quienes se quejan y a quienes no se dejan sobornar.

En estas circunstancias, ¿qué puede hacer Egipto para salir de la miseria? Algo que les ayudaría muchísimo es una emigración masiva: esto bajaría la presión interna, se generarían oportunidades profesionales dentro del país, y los expatriados ayudarían a la economía nacional con las remesas que enviaran a sus familias. Muchos miles de egipcios han ido en las últimas décadas a trabajar al golfo Pérsico, pero no son suficientes.

Tenemos el ejemplo de otro país de una población similar a la de Egipto que hace algunos años también se hundía en la miseria a causa de la superpoblación y de décadas de gobiernos extremadamente corruptos y represores. Este país comenzó a levantarse gracias, en parte, a la emigración de una multitud de sus jóvenes. ¿Saben que desde los años 80 han emigrado a los Estados Unidos más de diez millones de mexicanos?

Echando una ojeada a la situación en que se encuentra hoy Egipto, no me extraña que haya egipcios que vean al ejército como al salvador del país. ¿Creen que no puede haber quienes se hagan el siguiente razonamiento?: ‘La situación es ésta: mande quien mande, Egipto no tiene dónde apoyarse para levantar cabeza y tirar adelante. Por tanto, si hay elecciones libres, prensa libre, debate en la calle... y cuanto vinculamos a valores democráticos, el país se sumergirá en la inestabilidad política y en el caos permanente en las calles. En cambio, si los militares reprimen, oprimen y dirigen el país, habrá aquella calma y aquella relativa normalidad de la que han sido testigos cuantos han viajado a Egipto. Total, como no hay quien tenga la clave para solucionar de forma pacífica los problemas de Egipto, porque no existe, por lo menos vivamos tranquilos’.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: