Algo que no debemos olvidar es que Bolivia seguirá siendo República, porque no habrá Ley o medida que cambie ese proceso iniciado el 6 de Agosto de 1825.
Por esa circunstancia el 2014, será un año crucial para los bolivianos mayores de 18 años, al emitir su voto y elegir al nuevo Presidente que tendrá la misión de servir a la nación, promoviendo el constante desarrollo precautelando todas las cualidades de la personalidad humana.
Un proceso democrático basa su accionar en la decisión que adopten las mayorías para vivir en libertad con paz y trabajo, rechazando cualquier intromisión sojuzgadora o dependiente de líneas políticas anarquizantes y dictatoriales que insisten en poner al país en manos de adeptos a una burguesía socialista.
No en vano se ha forjado la democracia después de un periodo de dictadura militar, convencidos de que el cambio sería para bien. Lamentablemente ello no ocurre en este último tiempo, porque se pretende arrastrarnos por una senda oscura, donde, un poder económico mal habido se afana en apoderarse de la nación en desmedro de todas las clases sociales.
Los comicios del próximo año darán la pauta para saber hasta dónde el ciudadano es capaz de salir en defensa de la República, derrotando en ese proceso cívico a las fuerzas malignas que dicen tener el derecho de continuar gobernando a favor de castas pequeñas constituidas por gente con sed incontrolable para seguir usufructuando el Poder sin ninguna limitación.
En este período difícil que vivimos, es necesario reflexionar sobre lo que nos depara el futuro, buscando el camino real y objetivo que reencauce la vida nacional hacia la democracia participativa, dejando de lado la concentración anómala de los Poderes del Estado en quien abusa del mando conferido.
Hay que estar preparados para rechazar todo signo de provocación y violencia que se avecina para tener atemorizada a la población y obligarla a votar por un proceso nada constructivo y lleno de ambigüedades, como el que vivimos actualmente.
Un hermano campesino, durante la concentración en el valle cochabambino, bien lo decía que “el pueblo no come discursos ni canchitas. Queremos trabajo, pan y desarrollo”.
Lo anterior es una clara muestra del sentimiento que tiene el ciudadano boliviano, ante el dolor que siente, al estar siempre marginado y utilizado como escalera para que otros se encumbren y gobiernen displicentemente.
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