Una buena moza quiere casarse, es una necesidad biológica y económica, pero el objeto del deseo se mantiene esquivo y renuente a aceptar la propuesta, debido a amargas experiencias pasadas. Entonces, para volver a seducir al deseado, le envía guiños insinuantes y regalos costosos, le ofrece pruebas de amor y le promete el oro y el moro. Amor no hay, sólo interés. ¿Habrá un final feliz para la petronovela plurinacional?
Eso es, detalle más detalle menos, lo que está pasando entre YPFB y las empresas petroleras esquivas a juntarse nuevamente con la empresa pública de hidrocarburos para reanudar una convivencia que en el pasado ha sido tumultuosa.
Los guiños insinuantes son los discursos, cada vez más moderados y conciliatorios, de los padrinos de YPFB, convencidos de que esos cantos de sirena funcionarían al igual que con cierto empresariado nacional. Pero los amarres de los Ulises trasnacionales estaban bien apretados, de modo que luego vinieron los regalos hechos de una sustancia más preciosa que el oro y los diamantes. Le dicen “incentivos”. Los estrenaron premiando el esfuerzo de seguir produciendo con 30 verdes por barril, esperando que así las empresas produjeran más, lo que sucedió en mínima cuantía. Más que un regalo fue una verdadera prueba de amor, ya que YPFB renunció a esos montos para donarlos generosamente a su pareja. Allí terminó de perder su virginidad la otrora virtuosa “nacionalización”.
Sin embargo, ni esa entrega de amor fue suficiente para convencer al objeto del deseo de las buenas intenciones de la novia. La sospecha de que no hay amor, sino un interés tan apremiante que lleva a aceptar hasta prácticas de masoquismo, fue confirmada por la descarada infidelidad al contracto de convivencia consumada mediante una oscura operación de defraudación tributaria (escándalo “REFINOR”, para la crónica).
En estas condiciones, ¿qué más se puede ofrecer para volver a seducir a la pareja desconfiada? ¡Una dote! La familia de la doncella ofrece pagar todos los gastos de la boda, incluyendo la devolución de los que realice el novio. Pero, ¿cómo hacerlo si YPFB no tiene dote, al contrario está endeudada y agobiada por el personal supernumerario que atiende su palacete? La solución que se le ha ocurrido en una de sus noches insomnes es hacerse más préstamos, ya no del Banco sino de sus caseros (regiones, municipios y universidades, entre otros) dejando de pagar lo que les debería. A esta operación se la denomina “diferimiento del pago de regalías e IDH” de los hidrocarburos engendrados como fruto del casamiento. Son los hidrocarburos “nuevos” de gonista memoria.
Por tanto - susurra YPFB al objeto de su deseo - si te casas conmigo y engendramos hidrocarburos nuevos, yo estaré en condición de devolverte todos los gastos de nuestra convivencia, gracias al corte de manga que le haré a mis acreedores. Aunque, en su subconsciente, seguramente se le habrá ya ocurrido utilizar esos fondos para parir sin casarse, mediante inseminación artificial, enfrentando la riesgosa condición de madre soltera.
¿Qué dirán las petroleras? Acostumbradas a los matrimonios por interés y sin amor, considerarán la propuesta, harán números, calcularán riesgos y ganancias, ordenarán un cambio de alfombras de su oficina con pieles plurinacionales, y decidirán si creer o no a los nuevos “conversos sin fe”. Bajo su ventana, escucharán a una solterona cantar a voz en cuello:
“Arroz con leche me quiero casar
Con unas petroleras de aquí o de allá,
Que sepan explorar, que sepan explotar
Y acepten los incentivos que les pienso dar”
(*) Es físico
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