"Los pueblos más antiguos a medida que se aproximaba el invierno, advertían que los días se hacían cada vez más cortos y que la luz comenzara a escasear. En algún momento temieron que la luz se fuera para siempre: entonces encendieron grandes hogueras para caldear al sol y pedir entre ofrendas y oraciones que la luz no los abandone"...
"En las sociedades antiguas, ciertos acontecimientos y aún sucesos familiares eran celebrados con el respectivo rito en fechas y lugares apropiados: la cúspide de una montaña, un templo o un área secreta.
En nuestro tiempo, agitado, tecnificado y desacralizado, muchos actos realmente significativos pasan inadvertidos, pues les quitan su brillo e importancia la acumulación de quehaceres rutinarios de necesidad inmediata.
Apartándose de esa rutina, hoy, primer día del año aymara, y en este recinto que custodia testimonios de nuestra ancestral cultura Tiwanaku, se presenta un libro recién nacido relatando cómo los antiguos aymaras ofrendaban sus primicias frutales a la Pacha Mama.
Seguramente los organizadores de este acto han considerado que en la sociedad actual, intelectualizada y tecnificada, también debiera ser el libro, por antonomasia, digna ofrenda como fruto del alma y cuerpo individual.
Ustedes han elegido el de Marcelo Arduz Ruiz, no sólo por sus valores literarios, sino también por el hecho de ser un paseo exaltado y devoto por los momentos cruciales o significativos de la historia del Kollasuyo.
La historia no es pues únicamente la fría ordenación cronológica de acontecimientos, descripción y nomenclatura de escenarios y personas involucradas en ellos. Hay también otras historias paralelas, a veces dudosas, fantásticas, o enfocadas de diferente ángulo o sobre un particular motivo.
En la presente ocasión, la historia arranca -o más bien sale a luz- al punto de un fenómeno astrológico cuyos efectos telúricos afectan al hombre en su actividad diaria, en su mente y en su espíritu. La prueba de ello la tenemos en la lejana actitud de los pueblos andinos. Ellos observaron la duración de los días, la temperatura conveniente al cultivo agrario para la elaboración de su teogonía, proyectándola, relacionándola y acomodándola a sus respectivos ritos.
El libro de Marcelo Arduz Ruiz, con título en aymara (Intihuyphypacha) -yo voy a citarlo en castellano- además del cuerpo propiamente poético, lleva una breve aclaración de su propósito y un amplio glosario histórico, biográfico y topográfico.
En sí, la obra titulada Sol de Invierno, es una interpretación lírica de datos verídicos, aproximados o antojadizos de la historia estereotipada que conocemos desde niños. Datos todos de los contemporáneos a la llegada de los españoles transmitidos oralmente y escritos por los cronistas que seguían llegando o bien anudados en los quipus por los aborígenes. La versión de acontecimientos posteriores es indudablemente más fidedigna, aunque menos atrayente.
En ambos casos surgen personajes y episodios sociales, bélicos, políticos, trágicos y gloriosos en escenarios de nuestro múltiple paisaje y variada orografía.
Con habilidad y acierto, el autor de Sol de Invierno ha distribuido los temas en Salmos laudatorios y en poemas no atenidos a estricta retórica, con títulos también en aymara. Cantan al habitante y su destino humano, a la potente belleza del entorno que habla en voz de piedra, de agua, de luz, de nieve de tormenta o de ternura.
Todas las composiciones tienen el acento propio del creador, quien desde su temprana juventud, viene demostrando su sensibilidad artística para las letras y en la plástica.
Con mucha esperanza y alegría he seguido en lo posible su trayectoria, desde su transparente primer libro, pleno del animismo infantil, a sus preocupaciones culturales, patrióticas, históricas, políticas; sus artículos periodísticos, exposiciones, reuniones de literatura para niños y jóvenes, sus actividades en la diplomacia, sus viajes. Hoy lo vemos madurar promisoriamente y deseo el mejor éxito para su Sol de Invierno que promete y augura soles de nuevas estaciones en su quehacer de escritor y en su vida profesional y humana".
(Tomado de "Obra completa". Tomo IV de Yolanda Bedregal)
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