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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Calcular los gastos - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
En una sociedad que tiene suficientes motivos para dudar de cualquier radicalismo, el evangelio propone con fuerza la radicalidad del seguimiento de Jesús.
Leemos en el evangelio de san Lucas 14, 25-33:
«Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo:
Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?. Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo».
Mucha gente camina con Jesús hacia Jerusalén. Jesús no quiere que se trate sólo de un acompañamiento físico. Muchos están allí, pero sus pensamientos no están con el pensamiento de Jesús. Sueñan con un Mesías poderoso, que conquiste el poder y lo comparta con ellos, o con un Mesías juez, que castigue a los malos y premie a los buenos. Jesús pide que compartan el sentido de su viaje, aprendiendo de él, el Maestro, a ser discípulos, asumiendo su proyecto de vida. Por eso, “dándose vuelta”, dirigiéndose a los que van detrás de él, les aclara: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo”. El proyecto de Jesús unifica todas las energías del discípulo y las encausa todas bajo esta prioridad. La familia, los afectos más tiernos y profundos, los proyectos más ambiciosos, la vida misma, no son excluidos; son grandes valores que encuentran en la centralidad de Jesús su lugar y armonía. Nada es más importante que la adhesión a Jesús y a su proyecto. Si alguien o algo pudiera desviar su corazón, el discípulo sabe que debe reorientarlo hacia él, y sólo en él encontrar el sentido de su vida.
Esta opción puede experimentar la oposición de los demás, el desprecio o la persecución de parte de los que saben vivir en este mundo, que manejan bien la lógica del poder y de los intereses, que utilizan parientes y amigos para su propia ventaja. Esta será la cruz inevitable del discípulo, siguiendo a Jesús que lo ha precedido, junto con la fatiga de hacer nacer en sí mismo el hombre nuevo, libre de todo egoísmo: “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.
Seguir a Jesús no puede ser fruto de un entusiasmo superficial y momentáneo. Exige reflexión y compromiso. Jesús lo recuerda con dos breves parábolas. “¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?”. “Calcular los gastos” para “edificar una torre” significa tener clara conciencia de la grandeza y la dificultad de realizar el proyecto de Jesús, en uno mismo y en la sociedad en que vive.
También la comparación con el rey, que “se sienta antes a considerar” si tiene las fuerzas suficientes para su campaña de guerra, ilustra eficazmente las exigencias y la responsabilidad de quien se pone en el seguimiento de Jesús.
Hay obstáculos que pueden dificultar la adhesión del discípulo, como los lazos de los afectos, la aspiración al poder y el miedo al sufrimiento, a la cruz. Pero el obtáculo más común es la atadura a los bienes: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. Los bienes de la tierra son buenos y necesarios, pero pueden hacerce dueños, poseer el corazón del discípulo e impedir el seguimiento de Jesús y la realización del reino de Dios: los seguidores de Jesús no pueden servir a dos dueños, a Dios y al dinero.
(*) Siervo de María
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