Tal vez nunca se llegue a conocer el contenido real de las conversaciones del presidente con los gobernantes de España e Italia. Tras las entrevistas de martes y jueves, las aguas volvieron a su curso, según la declaración formal. Pero los hechos y dichos previos a las reuniones dejaron sin duda enrarecido el clima en el que transcurrieron. Es posible, por eso, suponer que: a las partes les ha de haber costado charlar con absoluta franqueza y confianza mutua, por mucho que se hayan empeñado en demostrarlo y decirlo.
El presidente se fue a entrevistar con los jefes de gobierno de España e Italia apenas dos meses después de haberlos puesto contra la pared, exigiéndoles explicaciones y disculpas públicas por los problemas que se le presentaron cuando retornaba de Moscú. Es cierto, lo ocurrido fue franca violación a normas de derecho internacional. Y a su inmunidad como jefe de Estado. Pero aun así, su discurso, dentro y fuera del país, fue duro. Los condenó y, habló de países colonialistas, colonizados y sometidos al imperio norteamericano. Y lo hizo incluso después de las explicaciones de sus representantes en foros internacionales que respaldaron su protesta.
El presidente le dijo a la prensa española “no guardo ningún rencor o resentimiento”, tras su entrevista con el presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy. En su criterio, la reunión que calificó “muy importante” hizo que los problemas que tuvo apenas dos meses antes hayan quedado “totalmente superados”. Pero no se sabe cómo y porqué fueron superados. Alguien tuvo que “tragarse sapos” para que sea cierto eso de “lo pasado, pisado”. Las fotografías de su encuentro con el rey Juan Carlos, en el Palacio de la Zarzuela, mostraron caras sonrientes. ¿En qué medida fueron sinceras esas expresiones?.
Lo mismo, más o menos, queda tras su reunión con el presidente italiano Giorgio Napolitano. “No tenemos ningún carácter vengativo”, declaró en Roma. “No vengo a debatir esto, sino a fortalecer nuestras relaciones”, explicó. Las relaciones dependen siempre de ambas partes. La cuestión está en ver si primó la buena educación, la cortesía diplomática, el interés político y económico o la dignidad de reconocer errores. Es deseable, por interés del país, que se hayan superado los problemas y que lo dicho y escuchado por los interlocutores restañe heridas para recuperar la confianza mutua.
También la visita al Papa Francisco tuvo antecedentes poco propicios. El presidente habló antes de “muchos problemas” con la jerarquía en el país. La Iglesia Católica estuvo siempre en su mira, con razón o sin ella. Pero el Papa, con la infinita misericordia de la fe, es el único que puede perdonar agravios y absolver pecados.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.