Un 5 de septiembre de 1826, el Congreso general Constituyente de la República Boliviana sancionó una Ley de cuatro puntos estableciendo la erección de Oruro como Departamento.
El desglose del instructivo legal instruye que “se erige un nuevo Departamento al oeste de de la República, compuesto por ahora, de las provincias de Oruro, Paria y Carangas”. El segundo punto señala que “la capital de este departamento será la ciudad de Oruro”. Se aclara asimismo en otro punto que en la nueva división que ha de hacerse del territorio de la República, se le señalarán los límites proporcionados.
El cierre de estilo de la Ley ordena: “Comuníquese al Poder Ejecutivo para su publicación y cumplimiento. Dada en la sala de sesiones en Chuquisaca a 4 de diciembre de 1826. José María Salinas, secretario. Palacio de Gobierno de Chuquisaca a 5 de septiembre de 1826. Ejecútese Antonio José de Sucre, Presidente. El Ministro del interior, Facundo Infante. Así hace 187 años se abrió el esperanzador camino del progreso orureño.
Ha transcurrido el tiempo, más de un siglo y medio, con la tenacidad de los primeros habitantes del nuevo departamento, la mayoría dedicados a las faenas que dieron origen al conglomerado social que se organizó en las faldas de los cerros ricos de argento que convocaron primero a los buscadores de fortuna, a los curiosos y a los naturales de la región, que poco a poco tomaron conciencia de sus derechos para explotar la riqueza natural de lo que pasó a constituirse en importante departamento minero de Bolivia.
Tras una serie de vicisitudes se ha configurado el verdadero distrito orureño que en sus mejores tiempos dobló la cantidad de habitantes de otros departamentos pues la dinámica de sus actividades y su ubicación geopolítica convirtió a la región en la más próspera del sector occidental de la República.
Años más adelante Oruro se preciaba de ser abanderado en la incorporación de elementos de la nueva tecnología, incluyendo el primer ferrocarril, el primer aeropuerto, la primera empresa de telefonía pública, tuvo el primer carro bombero y se incluyeron otra serie de detalles como el alumbrado eléctrico que mostraban a la ciudad la más progresista y la mejor organizada.
Todavía no hay un documento serio en el que se pueda establecer qué es lo que realmente pasó en la alta tierra de los Urus y cuándo comenzó a desmoronarse ese modelo de trabajo, responsabilidad, respeto, justicia pero sobre todo unidad de los oriundos para reclamar por sus derechos y conseguir el cumplimiento de sus metas fijadas.
Algo pasó, posiblemente la intensa pugna del interés político desvió el sentido unitario, solidario y férreo de los orureños para mantener su primera agenda de servicios, del cumplimiento de obligaciones, de la responsabilidad colectiva de los deberes establecidos y la satisfacción de hacerlo viendo paralelamente el progreso de la ciudad y gustar de tal beneficio con abierta solidaridad.
El tiempo sigue pasando inexorable y dejando en la actualidad un cúmulo de planteamientos cuyos objetivos siguen siendo parte de aquella proyección para alcanzar la meta del desarrollo sostenible.
Seguimos esperanzados en la verdadera reactivación minera, la conclusión del corredor bioceánico y la consolidación del Puerto Seco, la habilitación de un verdadero parque industrial, el fortalecimiento de la producción agro ganadera, es el caso de la quinua y los camélidos, el turismo y la artesanía, revitalización del ferrocarril. Seguimos esperanzados en que nuestro departamento recuperará su preeminencia de organización y avance al amparo de la unidad inquebrantable de los verdaderos orureños.
Fuente: LA PATRIA
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