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Domingo 01 de septiembre de 2013

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Cultural El Duende

Cuatro en el recuerdo

01 sep 2013

Fuente: LA PATRIA

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Tengo la impresión de escuchar el ruido de las palas abriendo un espacio para sepultar a mi amigo. Siento un estremecimiento al solo pensar que él quedará encerrado en la humedad de su tumba. Yo estoy aquí, a la sombra protectora de un perfumado árbol en un recorrido evocativo por calles y salas de redacción por donde caminamos en largas jornadas de periodismo. Son cuatro los que se fueron en este año de fecha impar terminada en 13; y no es que ese número siempre cargue el dolor que provoca la muerte, pero las coincidencias arrancan lágrimas que van al vacío de las tinieblas que tarde o temprano también cubrirán nuestro cuerpo.

Para unos cavan la tierra. Para otros enladrillan el nicho. Los que bajan a la tierra recibirán el rocío de los días. Los que tumba encontraron en cuarteles de cementerio, tendrán una jamba de vidrio, y, los que en cenizas se convirtieron, se diseminarán, tal vez, en la falda nevada de una montaña, en la transparencia de una laguna, o en las raíces del tronco añejo que les dio vida.

“Hay que observar la mirada de los muertos, ya no ven nada pero les queda la última imagen de la vida”, escribió Jesús Urzagasti, el primero de los cuatro en su viaje a lo eterno; él nos dejó sus creaciones literarias para tenerlo siempre junto a nosotros, entre poemas y recuerdos, frases populares y profundos ensayos. En su obra la muerte es la musa inspiradora.

Pasaron dos meses y, de pronto, llega otra estremecedora noticia: Guido Franco Viscarra le dijo adiós a la vida. Lo recuerdo en Presencia. Su juventud, con pasos ligeros hacia la madurez, fue toda alegría; ejemplo de optimismo prendido a una forma de sentirse seguro cada día. Arrastraba en sus comentarios la gracia de prolongadas noches de bohemia, entre vino y canto; anécdotas del diario vivir y muchas carcajadas, y si hubo nubarrones, los disipó bajo el ala del sombrero de El Oriental.

Y, a propósito de orientales, Vallegrande con su historia, sus mimos, hermosas mujeres y agonía de una celebridad guerrillera, fue cuna de Oscar Peña Franco; periodista por excelencia entregado a la búsqueda de noticias, paciente columnista y entretenido político que supo de lo bueno, como Ministro de Estado y, de lo malo, como exiliado a un país de prosperidad que le abrió las puertas de un diario importante. Su adiós a lo terrenal se produjo pasos más allá de su Vallegrande; en Santa Cruz de la Sierra, cálida tierra construida como un poema en versificación libre.

Ya serenos ante lo irremediable, la palidez de tres cirios fue ofrenda silenciosa a la amistad truncada, pero en la alborada del domingo 28, una voz queda me dijo: “murió José Luis Cueto”. El cuarto periodista. Aquel que desde las aulas del colegio se inclinó a la izquierda revolucionaria siguiendo pasos firmes de quienes levantaron la URSS. Fue parte viva del comunismo internacional – nunca el simple buscavidas acomodaticio a cualquier gobierno que le de la ubre gratuitamente – defendiendo honor y doctrina. Su política incólume venció, inclusive, al fuego de la ametralladora que sicarios del MNR le dispararon sin poderlo silenciar; “… porque mi destino no es morir en manos de la muerte, sino en las de la vida…” – En el ocaso de su existencia, su apego al periodismo continuó sus tareas desde las páginas de su revista “Temas en la Crisis” hasta el día final, en que calló su voz. Tres de los cuatro colegas, se fueron por la izquierda, el otro, por el centro hasta el final.

Mario D. Ríos Gastelú. Escritor y periodista orureño.

Fuente: LA PATRIA
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