Loading...
Invitado


Domingo 01 de septiembre de 2013

Portada Principal
Cultural El Duende

Desde mi rincón

Occidente paralizado en Egipto: Demasiado débil su concepción de la democracia

01 sep 2013

Fuente: LA PATRIA

STEFANO FONTANA

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

La actualidad del tema y la lucidez del juicio histórico me llevan a ceder una vez más mi espacio a otra pluma, pues difícilmente puede ser superada en esta oportunidad. Y es así porque pone el dedo en una de las llagas occidentales. Y aquí (donde la verdad oficial suele confundir lo occidental con lo ‘colonial’ o ‘imperialista’), resulta que tenemos más de un rasgo en común con los egipcios (salvo lo de la primavera): quizás por ello mismo al gobierno del ‘primer presidente indígena’ la UE no lo acaba de medir con una vara de democraticidad digna de ese nombre… Y también en esto el articulista nos ofrece una buena clave. El autor, periodista y publicista católico, ha publicado el texto en el Newsletter nº 486 (26-VIII-2013) del OsservatorioInternazionaleCardinale Van ThuânsullaDottrina Sociales della Chiesa (Trieste) (info@vanthuanobservatory.org) - TAMBOR VARGAS

Uno de los datos más evidentes de la crisis egipcia es la pérdida de Occidente. Estados Unidos había apostado por las primaveras árabes y, por tanto, también por la carta del Presidente Morsi, que sin embargo había tomado un giro poco democrático. Ahora debe vérselas con la junta militar, aunque no es democrática. La Unión Europea se encuentra en una incomodidad evidente y hasta el presente se ha limitado a condenar las violencias, lo que como juicio político no es gran cosa.

Esta parálisis resulta comprensible si se piensa en la concepción que Occidente tiene de la democracia y en cómo los sucesos egipcios presentan aspectos difícilmente compatibles desde aquel punto de vista. La incertidumbre occidental tiene motivos ‘teóricos’ y no sólo prácticos. Los sucesos de la plaza Tahrir suponen un jaque mate para las categorías mentales occidentales en materia de democracia.

En Egipto se habían celebrado elecciones políticas bastante regulares. Ahora bien, ¿cómo concibe Occidente las elecciones políticas? Las considera la máxima expresión de la soberanía popular, la quintaesencia de la democracia, la fuente de la verdad y de la bondad. En último término, las elecciones políticas legitiman el poder político. Occidente llega a pensar que el poder político cambia la naturaleza humana, como sucedió en Francia con la ley sobre ‘el matrimonio para todos’; o decreta que miles de bebés concebidos no deben nacer como sucede casi por doquier; o establece que la prostitución es legal bajo ciertas condiciones; o que es posible dar a luz a cuenta de terceros; etc. Es decir, que si aquel poder político practica una política injusta e inhumana está en pleno derecho de hacerlo, porque ha ganado las elecciones. Para la democracia occidental, de una victoria electoral nunca puede derivarse nada malo. El cuerpo soberano de los electores es como Dios en la tierra y el éxito electoral es como el oráculo de Dios.

Pero en Egipto ha sucedido que después de haber ganado las elecciones –y por tanto, luego de haber sido ungido por Dios en la tierra– el partido de los Hermanos Musulmanes, por medio del legítimo presidente Mursi, ha comenzado a limitar la democracia implantando progresivamente en el país la ley islámica. Es la vieja cuestión de la democracia que se convierte democráticamente en totalitarismo. Occidente no admite que Dios en la tierra pueda pronunciar oráculos equivocados, que no sea la fuente de la verdad y del bien y que el resultado electoral deba rendir cuentas a alguna otra cosa y que le precede. Ante Mursi, Occidente se encontraba sin palabras. ¿Qué reprochar a un presidente electo democráticamente? ¿Sobre qué base se le puede criticar si de las urnas siempre sale la verdad?

Pensándolo bien, este error de perspectiva Occidente lo ha cometido ante casi todas las ‘primaveras árabes’, pecando de optimismo al no prepararse adecuadamente para el caso de una democracia que se suicida. Si Occidente tuviese bien clara esta posibilidad, no absolutizaría el resultado electoral y sería mucho más crítico ante los fracasos de la democracia aun en su interior. Pero no la tiene y, por tanto, así como aquí la mayoría quiere la ley sobre el matrimonio para todos, ¿por qué allí la mayoría no puede querer la ley islámica?

Lo mismo hay que decir de la posición ante los militares que con violencia han dado el golpe de estado, han destituido a Mursi, suspendido la democracia, liberado al ex-presidente Mubarak. Desde el punto de vista de los intereses de la democracia, los occidentales deberían estar contentos. Acaso sin decirlo, pero estar contentos. En realidad, los militares han evitado una degeneración antidemocrática del gobierno de los Hermanos Musulmanes. Pero no lo han hecho democráticamente, pues no han sido ungidos por ninguna sanción electoral. Allí habíamos tenido una democracia que democráticamente se transformaba en antidemocrática y aquí tenemos una situación de vuelta en la que con medios no democráticos se puede restaurar la democracia.

Desde el punto de vista teórico, se trata de situaciones que escapan a las categorías políticas occidentales. Signo del empobrecimiento del concepto de democracia en Occidente, que –como mucho– es el paladín de la democracia formal, pero precisamente por esto entra en las contradicciones egipcias. Si Occidente no recupera los elementos sustanciales de la democracia (es decir: que no todo lo que se hace democráticamente es por lo mismo bueno y justo, que existe algo a lo que la democracia debe rendir cuentas), no tendrá nada que decir, no sólo a los Morsi, sino a ningún otro.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: