Jueves 21 de enero de 2010
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En la tradición campesina andina, su nombre ha sido evocado en toda actividad cotidiana. En la aplicación casera de alivio a luxaciones, así como también alejando a los insectos nocturnos. La omnipresente utilidad de la muña la convierte en aromática y protectora matriarca de las comunidades campesinas.
Según la página de Internet, generación.com se afirma que su alto contenido alimenticio ha equilibrado durante milenios la dieta de los Andes y con su modesta presencia aromatiza los nuevos platos de la cocina novo andina. Se sabe que es una especie de múltiples y, por ende, potenciales aplicaciones, muchas de las cuales permanecen aún en el misterio. Los médicos de una sociedad ágrafa como la Inca, los galenos amautas, se las llevaron por lo visto consigo.
El número de sus variedades, que eran 12, se ha incrementado después que los biólogos recorrieran lugares recónditos, no estudiados aún, de ciertos pisos ecológicos andinos.
La muña es una herbácea perenne de tallos semileñosos, de altura variable, que ostenta flores de colores violáceos, púrpuras o blancas, y tiene hojas opuestas de dos a tres centímetros de largo. Su fragancia, que recuerda al penetrante olor de la menta, la vuelve también inconfundible. Y sus principios básicos, químicos, poderosamente bactericidas, contienen Pulgona, Mentona, Mentol, Isometona Acido Pipérinico, 1-8cineol, Carvona, B-pineno, C-pineno.
Fuente: LA PATRIA