Miercoles 28 de agosto de 2013
ver hoy
Parece que hubiera tendencia al masoquismo. Se ve con tranquila indiferencia algunos conflictos que no debían repetirse y se repiten; tal el caso de los bosques que arden en algún punto del oriente boliviano. Los focos de calor – dicen los noticieros – se extienden por miles de hectáreas. Tal vez en esa misma medida se acrecienta la insensibilidad. Si no fuera así, ¿cómo no evitar su reiteración y no dar nunca con los autores como si éstos fueran fantasmas?
Por nuestra índole pasional, que es también como un fuego, aquel fenómeno natural se asemeja a los incendios verbales de la politiquería nacional. Con el viento a su favor, los “conflicto maniático compulsivos” no están conformes si no tienen un enemigo al frente; cuando no existe por sí mismo, lo buscan, lo provocan. En tiempos pre electorales, creen que esa es la “buena letra” para postularse como candidato y con ese fin ejercitan su inquina rencorosa agitando el palo de ciego.
Con los próximos comicios a la vista, los potenciales candidatos siguen a rajatabla la huella del caudillo mayor. Claro que la confrontación no es una novedad; aunque no con la intensidad de hoy, la belicosidad siempre ha sido la tónica dominante en la historia política del país. El despacho presidencial por algo debe llamarse “Palacio Quemado”. En 1874 se derramó en cenizas ese tétrico edificio, y desde entonces parece provenir de allí el maleficio de la ambición por ocuparlo o estando ya dentro no querer salir jamás. “No estamos de pasada, hemos venido a quedarnos, hermanas y hermanos”.