Como en toda etapa pre-electoral – aunque hay bastante tiempo para las elecciones de diciembre de 2014 – surgen, esta vez, las modas de los transfugios político-partidistas; vienen las ocasiones y los tiempos en que para muchos políticos “llegó el momento de amar otra causa, así sea contraria a la abrazada hasta ahora”. Los intereses surgen voluntaria y espontáneamente porque el transfugio o “pasa-pasismo” implica no tener o haber olvidado valores y principios.
El transfugio se nota ya en las mismas filas del Poder Legislativo donde algunos de sus miembros reclaman por el asiento de un representante que cambió de partido. Se reclama el asiento parlamentario (no “curul” que es asiento fabricado de marfil que utilizaban los senadores de la antigua Roma o que, en ocasiones, usa el Papa) porque, se dice, “pertenecer a tal o cual partido” cuando la realidad es que, si el diputado es plurinominal o designado “a dedo” el asiento parlamentario debería adjudicarse al partido; pero, si el diputado fue elegido por el voto del pueblo, quiere decir que se votó más por la persona que por el partido al que pertenece y, consecuentemente, ese asiento le corresponde porque se le dio a la persona y no “al partido”.
El transfugio de un partido a otro es lo más vergonzoso que hacen algunos políticos; demuestran no tener valores y no respetar principios elementales de vida personal y vida política; pero, las conveniencias “tienen cara de hereje” y “buenas son las manzanas provengan de donde sea”. Todo esto no debería ocurrir, pero pasa porque quienes tienen afición a estar en uno u otro partido conforme a las conveniencias, nunca vacilarán en no repetir su “moda” de ser de uno o de otro, son tan veletas los intereses como son las personas sin virtudes.
Estas costumbres “camaleónicas” o de transfugio se practican sin miramiento alguno; en casos, pocos casos, se explican o dan razones que generalmente no son valederas y no convencen a nadie, porque quien es adicto al transfugio o traición, “sólo ve condiciones negativas para estar en un partido y pasarse a otro”. Con seguridad que, en cualquier momento, en el curso del tiempo, tampoco verá nada bueno en el nuevo grupo y encontrará otra tienda partidista en la que encuentre alojo seguro.
En muchos partidos políticos no hay miramiento alguno ante los tránsfugas, los aceptan gustosos porque “agrandarán la composición del partido” el que, en cualquier momento, será abandonado en pos de los brazos de otro. Qué ingrata y sucia resulta la conducta de quienes abandonan lo que quisieron y a lo que pertenecieron “leal y sinceramente y hasta juraron” y qué triste es que hayan partidos que acepten a quien abandonó a otros. Como van los hechos, parece que el tiempo pre-electoral traerá muchas novedades sobre lealtades y deslealtades de quienes pueden jurar cuantas veces sea con tal de satisfacer sus ambiciones.
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