El alimento básico de la mayoría de los hogares bolivianos es sin duda alguna el pan de batalla, ese producto que solía estar listo en las tiendas de barrio a primera hora de cada mañana y que ahora ha desaparecido de esos negocios y hay que formar filas para comprar en contados puestos de algún mercado o directamente en las panaderías.
Con suerte los vecinos pueden acceder a una cantidad limitada de panes, pues la poca producción debe alcanzar para satisfacer la demanda de los vecinos que además observan la paulatina disminución en el peso del pan que de acuerdo a normativa municipal debería pesar 65 gramos la unidad. No sucede tal cosa y así como baja su peso, hay días que también baja su producción.
Según los panificadores la causa de la escasez de pan es la falta de harina, insumo imprescindible que lamentablemente no es distribuido adecuadamente en una dependencia oficial encargada de esa responsabilidad. No hay harina y no hay pan, la consecuencia es lógica.
El hecho parece no preocupar a las autoridades pues no hay remedios de emergencia para salvar la situación y evitar el desabastecimiento de pan. Los panificadores reclaman la entrega de los cupos asignados de harina y ante la deficiente entrega del producto, decidieron importar cierta cantidad de harina procedente de Argentina e inclusive del Perú.
Parece que esa alternativa no funciona debidamente por una serie de trabas en el proceso mismo de efectuar el comercio, lo que impide que se pueda surtir el mercado nacional y también el departamental con la suficiente cantidad de harina para que no falte el pan de cada día.
Para los panificadores, salvada la circunstancia de elaborar limitada cantidad de pan al día, su negocio sigue normalmente pues la restricción de insumos se compensa con la reducción de los mismos en el proceso de panificación, de ahí que a falta de harina es notoria la falta de peso la unidad de pan.
Los vecinos han optado por dirigirse a las panificadoras donde adquieren el pan ya no para todo el día, pero por lo menos para salvar la obligación de tener el producto en el desayuno, de modo que especialmente los niños no sientan la ausencia de ese alimento en su primera dieta diaria.
Este problema de la harina e inclusive de otros insumos incluyendo azúcar y manteca, debería ser objeto de un tratamiento de drásticas previsiones por parte de las autoridades de Gobierno, pero también de las departamentales, de modo que en tiempos regulares se pueda crear un “fondo de previsión” que pueda estocar cierta cantidad de harina para entregarla de manera racional a los panificadores y reemplazarla de manera permanente de forma tal que siempre exista un determinado stock del producto para salvar las contingencias de periodos críticos.
La falta de harina es la consecuencia directa de la limitada producción de trigo en el país, luego la imprevisión de autoridades sectoriales para adquirir las cantidades suficientes del insumo en mercados externos para cubrir el fuerte déficit de la cosecha triguera nacional y su industrialización.
De manera general una buena administración de la provisión de insumos básicos para la alimentación de los bolivianos debería ser parte de programas de incentivo, por ejemplo a la producción de trigo, para no seguir dependiendo de la importación de harina.
Fuente: LA PATRIA
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