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¿Es la mujer dueña de su cuerpo si otra vida está involucrada en sus decisiones?
24 ago 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
El tema del aborto ha alcanzado en los últimos tiempos un nivel de debate nunca antes visto en Bolivia por sus muy serias connotaciones que tienen que ver con la vida y la muerte. Y este debate se torna muchas veces falso al cargarse de emociones y frustraciones existenciales que alteran su naturaleza vital, peor todavía cuando los políticos y la Iglesia defienden posiciones partidarias cargadas de intereses muchas veces “non sanctos”.
A decir verdad, se debe partir del hecho de que el aborto implica la interrupción de un ciclo de vida, la que en el caso que nos ocupa es humana, por lo que se debe tener mucho cuidado al analizar los pros y los contras de su adopción, ya sea en un marco legal o clandestino. Primero, es pertinente partir de una pregunta: ¿cuándo empieza la vida humana, en el momento de la concepción o al nacer el bebé? Y no es necesario ser un avezado científico para responder a esta interrogante, basta con tener conocimientos elementales de biología y sentido común. Un nuevo ser es engendrado en el instante en el que se unen un espermatozoide y un óvulo a través de una relación sexual completa entre un hombre y una mujer o por fertilización “in vitro”. Así, al combinarse los genes de dos seres humanos, se determinan las características físicas e intelectuales del nuevo ser. Es ahí cuando la madre resulta portadora de un(a) hijo(a) y asume plena responsabilidad, al igual que el padre, por su ulterior desarrollo, en primera instancia hasta su nacimiento, después hasta que pueda valerse por sí mismo (a). E independientemente de que el Estado le otorgue la calidad de ciudadano (a) solamente a partir de su registro cívico, su vida tiene que ser respetada, más aún en esta etapa avanzada de la civilización.
Sobre este asunto, de manera atinada, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) considera que no es factible llevar adelante un referéndum para que la población decida si se da o no vía libre a la despenalización del aborto en Bolivia porque se trata de preservar la vida. El argumento de que en Bolivia, pese a las prohibiciones, quien quiere abortar aborta por lo que paga y punto, y que con la ilegalización muchas mujeres se arriesgan a pasar por abortos inseguros en los que ponen en peligro su vida, no condice con principios fundamentales de respeto a los derechos humanos. Que se debe poner fin a los abortos clandestinos es cierto, pero legalizarlos a título de preservar la salud y, en su caso, la vida de la madre, es dar vía libre al desenfreno sexual irresponsable y al crimen posterior, cuando existen métodos cuasi infalibles para evitar el embarazo. Lo cierto es que cada ser humano, hombre o mujer, debe asumir su responsabilidad por la generación de una nueva vida y no apelar al asesinato para solucionar un problema generado por él mismo.
Las organizaciones feministas e instituciones que batallan en las calles y estrados judiciales por la legalización del aborto ocultan el hecho de que al practicarse éste, independientemente del tiempo de vida del así llamado embrión, se lo destroza con instrumentos punzo-cortantes y después se lo retira del útero de la mujer en condición de desechos sin importancia. Las y los aprendices de Dios, que se creen con derecho a cortar una vida, afirman que dicho embrión no es un ser humano todavía y que solamente podría serlo a los tres meses, haciendo ver la absoluta fragilidad de la argumentación, ya que otra persona podría decir que el límite entre el embrión y el ser humano con supuesto derecho a la vida es a los sesenta días y otro a los 120 días. El nivel de conocimiento humano nos hace ver que ésta es una especulación intrascendente si no se quiere reconocer que la vida empieza en la concepción. Por otra parte, el argumento del grupo feminista “Mujeres Creando” sobre que la mujer es dueña de su cuerpo, podría ser cierto, siempre que no involucre un poder de decisión sobre la vida de otro ser que se desarrolla en su útero y que debe ser defendido por una sociedad civilizada.
El Tribunal Constitucional debería rechazar la legalización del aborto por ser contraria no tanto a la Constitución boliviana, sino al derecho humano fundamental a la vida y el Estado tiene que asumir su rol de preservar esta última, mejorando los mecanismos de educación de la niñez y juventud sobre el tema del sexo y sus consecuencias, además de promocionar de manera amplia métodos anticonceptivos para su uso corriente. Y el tema del aborto por causas extraordinarias debe ser discutido en instancias especializadas.
(*) Politólogo
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