Viernes 23 de agosto de 2013
ver hoy
Editorial y opiniones
Agosto: mes de la phuqhancha a la Pachamama
23 ago 2013
Por: C. Richard Choque Colque
Una de las características de la cultura aymara, es una cultura agro céntrica. Que todas las actividades se desarrollan en torno a lo agrícola-pecuario. Conforme a lo establecido en el calendario agrícola que tiene un inicio y una culminación. Siendo así, que recién ha concluido el ciclo agrícola que se ha iniciado el pasado año. Conclusión que tiene que ver con el recogido de la cosecha de papa, principal producto producido en el altiplano. Así, como la elaboración del chuño. Concluyendo con el recogido y guardado de toda la producción del año agrícola, hasta fines del mes de julio. Ya para luego en los primeros días del mes de agosto hacer una pausa. Entendiéndose como un “descanso” que tiene el agricultor en esos días. Sin embargo, más que un descanso se constituye en un tiempo de evaluación y reencuentro con la Pachamama. Momento también propicio para la entrega de algunas ofrendas que también se realizan durante todo el mes de agosto.
De ahí que en las comunidades aymaras se acostumbra cumplir con la phuqhancha (cumplimiento del rito) a la Madre Tierra. Por lo que se dice los primeros días de agosto, los comunarios no trabajan la tierra, por cuanto existe “la susceptibilidad” de que les puedan acaecer algunas “desgracias”. Más que estos, tiene que ver con el carácter cósmico y telúrico de la tierra, en el sentido de no respetar los días consagrados a su recordación. Creencias bastante arraigadas y que perviven dentro la cultura aymara. Ya que en la cosmovisión aymara, todos los elementos existentes en la naturaleza y el espacio tienen vida. Con las cuales convive el comunario aymara, en un carácter recíproco y “vinculante”. Donde todo es consubstancial en una permanente co-relación, de convivencia armoniosa y equilibrada entre todos. Siempre bajo un orden cósmico, como dirían Grillo y Rengifo: “El cosmos consiste en una totalidad orgánica en la que lo primordial es mantener el equilibrio interno que constantemente es amenazado por la posibilidad…” (1990: 110) de que retorne el llaki (penas y tristezas) a la comunidad. A través de fenómenos naturales u otros como enfermedades en la familia.