Un censo de población, en cualquier parte del mundo, permite conocer – a las autoridades y al pueblo – la realidad del territorio en que se vive, sus necesidades y urgencias, sus falencias, avances y perspectivas a futuro. En Bolivia, realizado el último censo, esas y otras esperanzas se sustentaban en los resultados; pero, conocidos éstos y con mucho tiempo de atraso, resulta que en la mayoría de los casos se trata de cifras incorrectas, talvez muchas de ellas manipuladas y, lo más grave es que da la sensación de haberse improvisado todo o haberse cumplido, simplemente, consignas con fines ajenos al bien común.
En la mayoría de los pueblos del país hay desilusión, decepción y hasta protesta por los resultados porque hay aspectos de la vida nacional que son vistos, sentidos y vividos a simple vista y sin resultados oficiales. Esta vez, todos los cálculos o perspectivas han fallado con un censo que está muy lejos de reflejar realidades y que, en todo caso, hubiesen servido para la adopción de muchas medidas que el país requiere.
En la sensibilidad de la colectividad existe el criterio de que parte de lo realizado habría obedecido a consignas político-partidistas con miras a las aún lejanas elecciones generales del año 2014. Esas sensaciones, dignas de la libertad y criterio de las personas y basadas muchas veces en experiencias vividas en el pasado, han acrecentado desconfianza y duda en lo que se haga y se presente como resultado oficial.
De haberse manipulado, o realizado sin profesionalismo ni competencia alguna el levantamiento de la encuesta nacional, los perjuicios que se irroga al país son inmensos y dan lugar a que nadie sepa a qué atenerse. Para los departamentos, salvo algunas excepciones y en algunos aspectos, las cifras tienen visos de irregularidad y nadie podría creer en que puedan basarse ciertas medidas en lo que se pueda hacer especialmente en los campos sociales donde ya nadie sabe si es blanco, moreno, aymara, quechua, mestizo, criollo o, finalmente de cualquier otra raza que hay en el orbe. En la mayoría los datos muestran, por ejemplo, que habría crecido mucho la masa de mestizos y habrían desaparecido los indígenas u “originarios autóctonos” (como hoy se llama a algunos grupos indígenas).
Los problemas que irrogan al país las diversas cifras del censo, son preocupantes y, tal vez, lo mejor sería ignorarlas y tratar, en lo posible, de llevar a cabo las auditorías anunciadas o, finalmente, convocar a nuevas juntas censales para establecer, claramente, realidades que todos esperaban. Para el caso de haber algún partido político que se perjudique con la anulación del censo, habrá que pedirles “resignación y constancia” pero convencerse de que es mejor actuar con la verdad y no basarse en cifras que muestren datos falseados o equivocados.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.