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Domingo 18 de agosto de 2013

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

Un manifiesto

18 ago 2013

Fuente: LA PATRIA

A comienzos de este año se ha hecho público un manifiesto, que en buenas cuentas resulta ser un grito de alarma ante la evolución (en concreto, acusada decadencia) de las llamadas ‘humanidades’ en los diferentes niveles del sistema educativo. El manifiesto, aparecido bajo la cubierta del Institut d’Estudis Catalans, ha sido suscrito por conocidos nombres de la filosofía, las letras y las ciencias sociales (junto a algún representante de las ‘otras’ ciencias: las ‘exactas’, las ‘duras’, ¿las únicas?). No entro ahora en una valoración de sus razones: que éstas son las que debieran determinar su valor y no los nombres de quienes lo han suscrito. De momento me contento con traducir el texto (aparecido en http://www.flama.info, de 23 de marzo de 2013), para reflexión pública; ya habrá tiempo más adelante, si acaso, para comentarios sobre algunas de sus tesis o, más en general, de sus premisas implícitas. (TAMBOR VARGAS)

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Unas humanidades con futuro

Las últimas transformaciones en el mundo de la enseñanza, los amplios procesos de cambio y las convulsiones en la situación económica y política, con el predominio de la lógica del mercado capitalista, son factores que repercuten en el cultivo de las que en los países occidentales se conocen como ‘humanidades’. Las humanidades desde sus inicios han configurado la cultura occidental (Jerusalén, Atenas, Roma) por medio de un vínculo con las ciencias y la técnica, vínculo que se manifiesta sobre todo en el Renacimiento y se prolonga hasta la modernidad. Ésta se funda en el espíritu crítico y dialogal, la democracia, la tolerancia, el respeto a la ciencia, el pluralismo de creencias y el conocimiento filosófico. Alejarse de las humanidades empobrece y aísla. Occidente ha forjado una visión del mundo en la que la autonomía y la dignidad de la persona y su constitución espiritual están en la base de un sentimiento común.

La intensa preocupación, plenamente justificada, de los gobiernos y de la sociedad civil por el fomento de la ciencia, la tecnología y las nuevas formas de transmisión del conocimiento y de la información, ha ido acompañada de una baja en la atención a las humanidades. Asimismo, otros factores como la pérdida de los grandes relatos históricos y de los referentes colectivos, han contribuido a debilitar el cultivo de las humanidades. Las dificultades en que se encuentran las humanidades forman parte de una crisis más general del saber, también del saber científico, con frecuencia valorado solamente por sus aplicaciones prácticas y sin relacionarlo con la pregunta por el sentido.

El declive de la cultura humanística conlleva el empobrecimiento del pensamiento, la precariedad del discurso ético y la pérdida de la cohesión de nuestra civilización. En este sentido, urge salir del analfabetismo funcional y simbólico, que deja grandes vacíos en el sistema de referencias personales y colectivas, y permite sumisiones y manipulaciones. Hace falta una recuperación del símbolo, comenzando por el lenguaje mismo, en sus horizontes filosófico y religioso, como uno de los signos distintivos de una cultura humanística completa. La cultura humanística es una inversión necesaria.

Se percibe las humanidades como faltas de atracción, como si fuesen poco más que un legado arcaico y sin interés. Sin embargo, dentro de sí llevan la pasión por la belleza y por un mundo más humanizado, libre y feliz. Las humanidades son interesantes y útiles porque ayudan a la persona humana a examinarse a sí misma y a valorar y a admirar lo que recibe de otras personas, porque contribuyen a articular críticamente el pensamiento propio y a expresarlo de manera inteligible, pues discernir y tener criterio es imprescindible para vivir y orientarse. Pero hay que recuperar el entusiasmo por todas las creaciones del espíritu humano y restablecer y potenciar la figura del maestro que cultiva y comunica con pasión las humanidades.

La educación se ha erigido en un reto capital en un mundo que tiende al individualismo y a la desvinculación de las responsabilidades compartidas. La transmisión del saber y de la sabiduría no puede quedar al margen de la sociedad del conocimiento. Más bien la tecnosfera ha de permitir una circulación amplia de la cultura humanística. También en los medios de comunicación las propuestas de tipo humanístico han de encontrar un eco riguroso y de calidad. Las humanidades forman parte del ‘núcleo duro’ de las formas espirituales de vida, más allá del materialismo y del utilitarismo.

Por todo ello, ofrecemos las propuestas siguientes:

Las lenguas y la literatura, la filosofía, la historia y las artes son las columnas fundamentales de la civilización y de la cultura. Por esto es imprescindible garantizar que todos sepan hablar, leer y escribir correctamente. En lo tocante a la enseñanza secundaria, los escritores clásicos –griegos y latinos– y los grandes relatos de la Biblia (la antigua ‘Historia Sagrada’) han de ser referentes culturales que han de encontrar su lugar en el currículum escolar. Por eso hay que impulsar el aprendizaje de las lenguas modernas y de las lenguas clásicas (griego y latín), que deben mantenerse como materias optativas, pero no residuales. Por otro lado, en cuanto a la literatura, hay que fijar un canon abierto de autores y de obras que sinteticen los frutos del conocimiento humanístico que todos deberían asimilar. En no pocas culturas europeas en secundaria, mientras se quiere imitar la familiaridad de los griegos con Homero, se tiende a promover el conocimiento de los respectivos clásicos. En el caso de la cultura catalana, debe mantenerse esta tendencia, que no ha de despreciar los grandes valores de la literatura universal, entendida como un patrimonio de la humanidad.

La Universidad ha de combinar la especialización con una consideración global de los saberes. Se hacen, pues, especialmente necesarias la conexión y la transversalidad. Hay que plantear fórmulas inteligentes que hagan presentes las humanidades dentro de los currículos de las carreras técnicas. Concretamente, en los currículos escolares y universitarios hay que encontrar el equilibrio entre las disciplinas técnicas y las humanidades. No se puede exiliar las humanidades a las ‘carreras de letras’. Las ciencias necesitan de las humanidades y éstas no pueden desvincularse de la ciencia.

Las humanidades han de procurar establecer alianzas estratégicas con las ciencias, con las tecnologías y con el mundo de la comunicación. La cultura humanística se ha de valer de todos los aliados posibles para contribuir eficazmente al espíritu del tiempo. Por ejemplo, conviene que la cultura humanística utilice las nuevas tecnologías sin abandonar del todo los formatos tradicionales, sino mostrando la complementariedad entre tradición e innovación, y buscando la mejor manera de difundir e impulsar lo que es esencial al mundo del pensamiento: la autoridad de la razón. Las humanidades necesitan una discriminación positiva. En este sentido, convendría fomentar el gusto por la lectura, la escritura y el conocimiento de los clásicos.

Los medios de comunicación –incluyendo los que utilizan los nuevos códigos comunicativos– son vehículos potentes de difusión cultural y en último término se han convertido en ‘educadores’, sobre todo de las generaciones más jóvenes. La cultura humanística ha de entrar en el mundo de la comunicación y hace falta receptividad de parte de los medios para que esto sea factible. Las humanidades tendrán futuro en la medida en que se las tenga por un factor de humanización, de responsabilidad moral y de crecimiento del espíritu humano.

Barcelona, 16 de enero de 2013

Salvador Giner - Armand Puig - Rafael Argullol - Agustí Borrell - Victòria Camps – Pere Lluís Font - David Jou - Jordi Llovet - Xavier Morlans - Perico Pastor -Ramon Pla - Francesc Torralba - Mariàngela Vilallonga

Fuente: LA PATRIA
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