Domingo 18 de agosto de 2013
ver hoy
No cabe duda que las crisis son verdaderas oportunidades, develan la capacidad de reacción que se tiene frente a ellas y exigen el temple para resolverlas. Desde la “nacionalización de nuestros recursos naturales” no hubo día en que no se nos recuerde que el agua es un derecho básico, individual y colectivamente inalienable, que en el año 2010 fue reconocido por las Naciones Unidas como patrimonio vital de la humanidad. Sin embargo, con semejante cantidad de títulos y virtudes, el agua sigue brillando por su ausencia en extensas zonas de nuestra capital, donde vemos con espanto un enorme número de vecinos del distrito 13 y de Cotahuma, entregados a la ardua tarea de bloquear las vías de ingreso y salida de la ciudad, en demanda del líquido elemento.
A varios años de esa fiebre nacionalizadora sentimos, con resignación de ovejas violadas, cómo los paceños no nos opusimos a la estatización de Aguas del Illimani, una medida demagógica, esencialmente política y maquillada como descolonizadora, que tuvo como principal objetivo proyectar hasta el Ministerio de Aguas a un Sr. Mamani, por entonces presidente de las juntas vecinales del Alto, y luego Play Boy andino exhibicionista, méritos suficientes para estampar su apellido en la empresa que nacía a la libertad. El resultado final de su hazaña fue liberar a la empresa francesa de su responsabilidad de administrar y dotar de agua a la ciudad de La Paz y El Alto, y transferirla a manos del Estado que, hasta nuestros días no ha logrado solucionar esos problemas de abastecimiento.