Es cierto que su imagen política debe interesarles sólo al Presidente y a su entorno. Tal vez también a sus seguidores para garantizarle continuidad y reelección. Sin el afán de meternos en cosas ajenas a nuestra competencia o interés, el asunto es nuestro tema hoy sólo por la forma en que se manejó la reciente entrevista que le hizo la CNN. Es que la vio mucha gente fuera de fronteras y refleja parte de nuestra realidad nacional.
Desde esa perspectiva, parece que la ojeriza oficial contra la prensa le está jugando sucio al Presidente. Pero sobre todo, está develando falta de capacidad profesional en la tarea de cuidar la imagen del Presidente de Bolivia. Porque cuesta creer que todo el mal manejo de esa entrevista sea sólo por culpa de reacciones viscerales.
Más allá de los intereses que representa el canal norteamericano, de su línea política y de todo lo que se le pueda criticar, la CNN es nomás el medio de mayor alcance, difusión e impacto mundial. A fuerza de aparecer en las pantallas de todas partes, sus presentadores son conocidos en casi todos los países. Sus rostros son familiares y mucha gente se identifica con ellos. La gente habla de Ismael Cala o de Patricia Janiot, para citar ejemplos, como de personas conocidas. La televisión tiene ese efecto.
Son, nos guste o no, líderes de opinión. Pero atribuirles todos lo malo del imperio, los atropellos y culpas de políticas con las que se discrepa es desmesurado. Por mucho que tengan -es su derecho- posición ideológica diferente. Los presentadores, como los periodistas en general, son sólo intermediarios de la comunicación entre las personas que entrevistan y los públicos que los ven.
Su poder mediático nace de su presencia diaria en los hogares de la gente. Y es realmente grande porque les da ventaja la "familiaridad" con que le hablan a una audiencia que "los conoce". Por eso, competir con ellos es siempre difícil. Peor aún si en el diálogo las reacciones viscerales desplazan al razonamiento para explicar y convencer.
Las imágenes en televisión dicen mucho más que las palabras sobre la personalidad del entrevistado. El conjunto de lo que se dice y se muestra proyecta su imagen. Cuando se es gobernante, proyecta ideas, ideología, pero sobre todo forma de ser, de actuar y de tratar a la gente. En resumen, forma de gobernar.
En el balance final y como a todos les cae mejor la sonrisa que el enojo y el entrevistado no parece nunca dispuesto a "tragar sapos" cuando lo exigen las circunstancias y la buena praxis política, tal vez hubiera sido mejor negar la entrevista, en lugar de crearle mayor expectativa con el no se hace inicial para terminar haciéndola. A menos que a nadie le importe la buena práctica profesional de la que, para bien o para mal, Cala hizo gala.
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