Con motivo de la conmemoración patriótica boliviana al recordar los 188 años de la Fundación de la República como siempre sucede se ha hecho recuentos históricos, pero también pasaron como en película recuerdos buenos y malos, sobre hechos sobresalientes y negativos que han sido parte de ese largo proceso de consolidar el Estado boliviano.
En esa corriente especial de los recuentos están sin duda aquellos que han dejado huellas, profundas en unos casos como cuando se alteró la democracia repetidas veces, o superficiales como cuando se hicieron y se hacen proyectos de cambio con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la población.
Propósitos ha habido en todas las gestiones, la mayoría acabaron por ser nada más que promesas coyunturales y casi siempre sin bases sólidas para producir efectivamente los cambios ofertados. El recuento común nos lleva a reconocer que hemos estado viviendo sólo de promesas.
Desde los tiempos infelices en que se alteró la gobernabilidad democrática y se conculcaron las libertades, el punto neurálgico fue siempre el vinculado con la economía de Estado y así como incluso en tiempos de dictadura se alcanzaron niveles importantes de orden social o crecimiento industrial, después de la euforia se tuvo que pagar facturas. El caso de la UDP es un ejemplo y en el otro sentido la acción curativa del MNR con el 21060 es otra muestra del “sube y baja” en que estuvo el país, siempre dependiente de la explotación de sus recursos naturales, la minería desde tiempos inmemoriales y luego con el auge de los hidrocarburos y más adelante concretamente el gas.
La idea al fundar la nueva República fue justamente crear un Estado independiente aprovechando la inmensa riqueza natural, eso implicaba el uso no sólo de los recursos naturales no renovables sino también de todas las otras fuentes naturales distribuidas en la inmensidad del territorio de norte a sur o de oriente a occidente. Agricultura y ganadería, con visiones más próximas en el tiempo, turismo y artesanía, un conjunto de oportunidades que merecen trato especial en las esferas de Gobierno, pero no sólo en el sentido nominativo y hasta especulativo, sino en la práctica operativa de un gobierno que tome las decisiones más oportunas en tiempos precisos y la perspectiva inmediata.
Hay que trazar estrategias concretas de corto, mediano y largo plazo esto significaría, en los hechos de la actual situación, fortalecer el uso correcto de nuestras reservas de hidrocarburos y minería, pero facilitando esa explotación con normas de incentivos y garantías para atraer inversiones y utilizarlas en la puesta en marcha de mayores emprendimientos que se conviertan en fuente de exportaciones de nuestros productos con valor agregado, impulsando la industrialización de esos recursos, el caso del hierro en El Mutún, la enorme reserva del litio, la fundición de Karachipampa, el sostenimiento de la minería estatal y privada y la modernización de la primera fundición en Vinto – Oruro, deben ser objetivos inmediatos.
Otras alternativas están inmersas en el proyecto de fomentar y mecanizar los sistemas alimentarios agro ganaderos para concretar su industrialización que nos permita establecer la soberanía productiva del país, a lo que se añadirán otros rubros compatibles como el turismo y la artesanía, configurando el esquema de la Bolivia productiva e independiente.
Se necesita un plan de gobierno que aliente el sistema productivo y deje de lado la política obstruccionista.
Fuente: LA PATRIA
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