El poema más bello que se haya consagrado a la Virgen Morena del lago sagrado de los incas -es decir el Titicaca- no ha sido compuesto por ningún poeta boliviano o peruano, aymara ni quechua (salvo que me equivoque en cuestión de gustos y disgustos), sino nada menos que por uno de los más destacados vates chilenos de todos los tiempos.
Un día cualquiera al todavía novato juglar, se le ocurrió casi ritualmente buscar el lago navegable más alto del mundo, aprisionado entre cumbres nevadas, para ch’allar o “milluchar” (es decir bautizar) el primer ramillete de versos de su primera cosecha lírica…
Lo primero que hizo al llegar al lugar, a fin de contar con una opinión autorizada puso los pliegos que portaba en manos de un amauta aymara, quien luego de leerlos cual si se tratara de un manojo de hojas de coca en las que acostumbra vislumbrar el futuro, le dijo: …“poeta por qué cantas a la lluvia, ¡Haz llover!”…
Sin proponérselo siquiera, la inesperada respuesta hizo brotar en él un nuevo torrente de poesía. Y, al parecer los Achachilas del Ande y la Pachamama misma lo colmaron de bendiciones, pues el vate ofrenda su estro a la Madre de las aguas del Titicaca...
El hálito vanguardista que emplea el poeta al plasmar el retrato literario de la Madre celestial, de alguna manera nos recuerda al impulso que en el ámbito netamente plástico anima a Dalí en su "Leda atómica" o, mejor, en la "Virgen de la Roca" de manera más precisa.
En otras disciplinas estéticas, su afán se puede equiparar a la pieza musical que Jhonn Cage compuso únicamente con zumbidos de abejas, o los destellos que consigue arrancar en sus melodías el dinosaurio de la música concreta Stockhausen.
Pero, a fin de que el lector no piense que lo del poema es “puro cuento”, veamos lo que la Virgen le dijo a aquel “pequeño dios” inventor de la novísima versificación, en los momentos en que la encontró sentada sobre una rosa de inmateriales pétalos:
“Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas, ¿ves los filamentos por donde corre la sangre de mi luz intacta?
Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad…
Soy la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias y soy la capitana de otras 11.000 que están en verdad demasiado restauradas.
Habló una lengua que llena los corazones, según la ley de las nubes comunicantes.
Digo siempre adiós y me quedo. Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
…Tengo tanta necesidad de ternura. Besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de neblinas intermitentes.
Mis miradas son un horizonte para el descanso de las golondrinas: …Ámame!
-Me puse de rodillas en el espacio circular, y la Virgen se elevó. Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas”…
A estas alturas está demás decir que el autor es Vicente Huidobro. Y fuera o no la Virgen de Copacabana quien le inculcara su intensa pasión por las letras, en manifiestos y escritos confiesa que la teoría del Creacionismo la compuso en aquella visita al Titicaca.
Como testimonio fehaciente de ello, en el poema augural de su primera recolección de versos, intitulado “Arte poética”, al rememorar lo que le dijera el anónimo poeta aymara, proclamar: “Oh poetas, por qué cantáis a la rosa/ ¡Hacedla florecer en el poema”!…
Además, siendo chileno hasta la médula, en gratitud a la Virgen del Titicaca escribió un alegato por la reivindicación marítima de Bolivia, por haberla encontrado recluida en aquel mar interior junto a millones de inocentes almas que la acompañan, mientras en la "Ciudad Maravillosa" (Río de Janeiro) e inclusive en la otra orilla del océano, antaño fuera venerada como “Patrona y Reina de los Mares”...
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