El debate moral y ético sobre el aborto viene dándose hace ya varios años, pero en el presente, por el creciente activismo de los movimientos feministas, barata oferta de distintas ideologías, análisis del tema en el Tribunal constitucional y finalmente el intento de formalizar una legislación reproductiva - sexual, es necesario conocer, más que nunca, los argumentos que favorecen el derecho a la vida de todo ser humano, desde el momento de su concepción.
Hay personas que se llaman "católicas" pero que no aceptan la doctrina de la Iglesia con respecto a la defensa de la vida humana ante el crimen del aborto e intentan confundir al pueblo católico sobre este importante tema.
Los defensores del aborto han procurado cubrir su naturaleza criminal mediante una terminología confusa, disfrazando el asesinato con un lenguaje como "interrupción voluntaria del embarazo", o, bajo conceptos como "derecho a decidir", o, "derecho a la salud reproductiva". Ninguno de estos artificios del lenguaje, sin embargo, puede ocultar el hecho de que el aborto es un asesinato. El aborto es la muerte de un niño o niña en el vientre de su madre, producida durante cualquier momento de la etapa que va desde la concepción hasta el momento previo al nacimiento.
La sociedad debate sobre el aborto, sobre su legalidad, penalización y/o despenalización. En cada caso cuando hablamos de este repugnante hecho, tratamos específicamente sobre la destrucción de la vida inocente. Aunque toda vida es de inestimable valor, pero la destrucción de "vida inocente" como algo particularmente cruel, merece ser condenado siempre y en todo lugar.
Una cantidad estimada de 60 millones de abortos realizados en todo el mundo cada año, de por sí convierte el aborto en un problema social de proporciones increíbles. El volumen de abortos subraya la naturaleza social del problema y convierte el aborto en uno de los asuntos de justicia social más serios de todos los tiempos.
El aborto incluso se puede clasificar como la eutanasia, el suicidio asistido y el genocidio, por la ausencia de toda posibilidad de consentimiento consciente. La condición del niño no nacido como carente de voz y el más vulnerable, agrega una dimensión de la gravedad del aborto. El niño no nacido no tiene forma de hablar por sí mismo, por eso con más razón debemos cuidarlo.
El aborto se lleva a cabo a puertas cerradas y no se comenta en público. Como en el caso de la esclavitud, terminar con la injusticia social del aborto depende principalmente de que hablen con valentía y voluntad en contra del aborto las personas e instituciones que no están directamente involucradas.
(*) Obispo de la Diócesis de Oruro
Presidente "Fundación de Vida y Familia”
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