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Domingo 04 de agosto de 2013

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Cultural El Duende

Ex libris: La búsqueda de Amalia

04 ago 2013

Fuente: LA PATRIA

El texto forma parte de la novela “Amalia, desde el espejo del tiempo”. Biografía novelada de la primera aviadora boliviana (2012), escrita por la académica de la Lengua Gaby Vallejo Canedo

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Pregunté por ella. Era el vacío. Nadie la recordaba.

Muchos años de mi vida estuve buscando con qué pagar los viajes y los amigos que me dio la escritura. Buscaba cómo devolver tanto grato momento. Quería que fuese con el rescate de la vida de una mujer olvidada. No me comunicaban esa emoción las heroínas bolivianas que ya ocupaban un sitio en la historia. Buscaba a otra mujer que me sacara de mi mundo de personajes literarios, de papel en el fondo, hasta que la hallé: Amalia Villa de La Tapia.

Entonces pregunté por ella. Era el vacío. Nadie la recordaba.

Mi desafío empezó.

En el primer número de la revista juvenil “Chócale”, del Taller de Experiencias Pedagógicas, en 1.992, habíamos publicado una brevísima síntesis sobre su vida. La admiración por aquella pionera de la aviación boliviana que fue la primera en Sudamérica, la sorprendente colecta que hizo Potosí para comprarle un avión, sus fotos y el rechazo a sus servicios de parte del Gobierno boliviano, me causaron una profunda impresión. Pero Amalia se quedó detrás de muchos velos de vida, esperando su momento.

Un día, en el aeropuerto de París, volvíamos a Bolivia con Rosario Moyano desde Seúl, Corea, y teníamos una larga espera para la conexión aérea. Mientras conversábamos con mi ilustradora del cuento “Las cuatro esquinas del mundo”, que acababa de ser publicado en una hermosa antología mundial bajo el título “Peace Stories”, apareció la charla sobre la aviación y la significación de los vuelos para la humanidad. Entonces Amalia destapó los velos de la memoria. Hablé a Rosario sobre Amalia, sobre el extraordinario hecho de que fue la primera aviadora boliviana y ella, Rosario, la había oído nombrar. Su padre, que era aviador retirado, tenía tres tomos de “Alas de Bolivia” que Amalia Villa de La Tapia había escrito sobre la aviación boliviana. Fue la primera llave de las puertas secretas y cerradas de Amalia.

Fui a la casa del señor Alberto Moyano, padre de Rosario y volví cargada de los tres tomos. Tenía en mi poder la segunda llave. ¡Qué descubrimiento! Ella había indagado con tanto profesionalismo, un territorio que no interesaba a muchos, el de la aviación en Bolivia. Los libros eran valiosos textos de información ordenada, ilustrada con documentos, fotos, fragmentos de libros sobre aviación. Allí estaba Amalia, con pocos datos sobre su vida, unas fotos, huellas, claves de su existencia. La sobriedad con que se mostraba en medio de 1.438 páginas impresas, hablaba mucho de su equilibrio, de su dignidad.

Después llegó el desenfreno de la búsqueda de Amalia.

Viajé a La Paz, sin más datos. Viajé al vado. Sabía que vivió en esa ciudad, en San Pedro, en la Calle Héroes del Acre, que allí fundó y funcionó un Club de Aeromodelismo con el nombre de “Rafael Pabón”. Iría a esa calle, buscaría la casa, alguien podría recordar un detalle, un suceso sobre Amalia. Habían pasado más de 30 años. Las esperanzas eran pocas, pero iba a buscar el hilo de la vida de Amalia.

En el vuelo hacia La Paz se sentó a mi lado uno de los hermanos Araníbar que pertenece a la prestigiosa organización de salvataje “SAR”. Llevaba uniforme militar. Le pregunté, de entrada, si conocía a Amalia Villa de La Tapia y su historia dentro de la aviación boliviana. No, no sabía nada. Pero ofreció conseguirme en el aeropuerto de El Alto el contacto con el personal de aeropuerto que pertenecía a las Fuerzas Aéreas Bolivianas. Era demasiado temprano, las siete y cuarto de la mañana, pero vino con un folleto de turismo donde aparecían tres direcciones de museos de la aeronáutica. Llegaba la tercera llave. Así, tan fácilmente. El azar puso a mi lado a una persona que me condujo a la tercera llave. Pensé que fue un afortunado azar.

Ya en la ciudad de La Paz, hice los llamados a los museos de aeronáutica y me encontré con el Acervo Histórico de las Fuerzas Aéreas que se llamaba CNL. AV “Amalia Villa de La Tapia”, en el edificio del TAM, sobre la Avenida Montes, con ingreso por la puerta que da a la calle José M. Serrano.

Allí me atendió el Director del Acervo, Sof.T.S. Aé. Ramiro Molina Alanes. Me recibió con la mayor cordialidad y con la llave en mano, abrió la puerta física del Acervo y las puertas invisibles de la Amalia que yo buscaba. Había sido su alumno y tuvo el privilegio de haber seguido de cerca su vida y los avatares de su destino. Fue un encuentro humano de alta intensidad. Nos unía el fervor por Amalia. Ramiro me ofreció toda la mañana y me puso en contacto con documentos, fotos, las reliquias del Acervo. Pero lo más importante, estaba en su voz, en las palabras de Ramiro, en los recuerdos sobre Amalia, que estaban invisibles y sin materia en su memoria, cruzándose permanentemente con los mensajes de los otros objetos del salón.

Después, fui pensando que Amalia me acompañaba en la búsqueda de sus huellas. Aprendí a hablar con ella, a preguntarle, a escuchar los aviones que surcan los cielos bolivianos, como si fuera ella, con la posible emoción de vuelo que ella vivía.

Mario Araujo Zubieta –un escritor y amigo potosino– a quien acudí para ver si tenía alguna información sobre la aviadora potosina Amalia Villa de La Tapia, me dijo entre otras cosas, que quien sabía era Antonio de Sainz, pariente de la aviadora, pero que lastimosamente ya había muerto. Me ofreció buscar periódicos de la época y que tuviera un poco de paciencia.

En una cena de escritores, oí a decir a Óscar Arze Quintanilla –que estaba en otra mesa– que había almorzado con la hija de Antonio de Sainz, nieta del poeta del mismo nombre. Aquellos nombres no me dejaron en paz y en cuanto pude pregunté a Óscar por el nombre y el teléfono de aquella persona con la que había almorzado. Me ofreció buscar para el otro día.

La cuarta llave estaba abierta. Alinka de Saenz Gutiérrez, la sobrina bisnieta de Amalia Villa de La Tapia, aceptó oír mis preguntas y responderme. Pero por problemas de salud prefería contestar por teléfono. Así se establecieron por lo menos unas seis largas charlas telefónicas. Las preguntas fueron muchas. Yo sabía bastante sobre la pionera de la aviación, pero tenía muchos huecos que llenar. Alinka me ofrecía de sesión en sesión nuevos datos de la biografía de Amalia. Yo la acosaba con preguntas, a veces impertinentes, pero Alinka respondía siempre con mucha amabilidad. Tal vez estaba tan emocionada como yo por su bisabuela. Así, Alinka fue convirtiéndose en una gran informante. Me esperaba con nuevos detalles, signo de que estaba pensando en Amalia y en mí. Amalia había muerto en su casa.

Fui a conocer a Alinka y a una sesión de fotos, de documentos.

Me esperaba con un cajón de recortes, álbumes, fotos de Amalia. Encontré la quinta llave: el cofre del tesoro que había encontrado de tanto navegar en mares procelosos.

Dejó que llevara a mi casa un álbum de recortes de los muchos que Amalia había armado. El álbum No. 1, que se iniciaba los años 1.919 con los programas de la Filarmónica de Lima donde Amalia declamó “La Tonta” de Amado Nervo, hasta el año 1923, el último y largo recorte proviene del periódico “La Patria” de Oruro, sobre la magnífica manifestación del “Oruro Royal” en homenaje a Amalia.

Iba confirmando que era Amalia quien me daba las llaves para abrir otra puerta más de su vida.

Mientras tanto, el escritor potosino Mario Araujo Zubieta se había pasado el tiempo buscando recortes, periódicos, documentos. Me comunica que me llevaría algún material sobre Amalia a la Biblioteca Thuruchapitas, donde paso algún tiempo de mi vida ayudando a los niños a descubrir el placer de leer y escribir. Allí llegó Mario, como un pirata moderno, con otro increíble tesoro escondido: periódicos de los años 1922 y 1923. Me entrega la sexta llave. Las páginas de periódicos amarillos y frágiles como alas de mariposa, de casi un siglo, se abren a mis ojos asombrados. Allá está Amalia, delante del Curtiss, en uniforme de aviadora, en la foto tomada el día de la prueba final para obtener el brevet. Se abren las hojas de mariposas secas y frágiles con datos que registraron los periodistas de la época sobre la fuerza con que volvió a su país Bolivia y el respeto y admiración con que la recibieron los bolivianos.

Fue para mí una etapa de fervorosa lectura de los periódicos y documentos de Mario y del álbum de recortes de Amalia que me prestó Alinka. Fui copiando fragmentos a la biografía novelada que escribía, sabiendo que nadie más tenía en sus manos semejantes materiales. Mientras leía, hablaba a Amalia, asegurándole que la recuperaría del olvido, cada día me invadía más y más la seguridad de que algo muy valioso me sucedía.

Viajé a Panamá al X Encuentro Internacional de Escritoras. Combiné con Vicky Moyano, periodista boliviana - venezolana, para quedarme en su casa por dos días más después del Encuentro. No sabía que estaba llegando la séptima llave.

Vicky manejaba su camioneta y yo le contaba los momentos más importantes del congreso. Luego me preguntó qué estaba escribiendo y ahí salió todo el conjunto de emociones que estaba viviendo al escribir la biografía novelada de Amalia Villa de La Tapia. En la conversación salió el modelo Curtiss de avión con que Amalia se graduó de piloto y Vicky me informa que su esposo es aviador y que voló en los Curtiss en Bolivia. Amalia estaba en Panamá, allí, conmigo. Muy después Gonzalo Moyano Aguirre, me mostró un pequeño avión Curtiss y ante mis demandas me explicó qué se siente durante el vuelo en Curtiss, cómo se llaman las partes del comando del avión, etc, etc.

Llegó después el investigador Renato Crespo Callau, con el libro “Rafael Pabón, una vida fulgurante” de Nicolás Fernández Naranjo, una octava llave que me sirvió para completar pasajes de la vida de Amalia vinculados con un posible amor con Rafael Pabón, en la vida secreta amorosa de Amalia. Pero sobre todo, aquella llave abrió el libro escrito por el mismo Pabón, con lecciones de vuelo, donde se presentan las partes un avión, las acrobacias, los riesgos, etc. Cómo dudar de que Amalia me hubiera enviado a Renato. Ella, en vida, le había entregado a Renato Crespo Callau, 100 fotos de Rafael Pabón. Renato tenía fotos de Amalia que me las ofreció con la misma disposición con que me proporcionó el libro sobre Pabón.

Por tanto Amalia, después de la búsqueda, llega a este libro acompañada de tantas otras personas.

La novena llave la puse yo. Y esta puerta la tienen que abrir los lectores.

Fuente: LA PATRIA
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