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Domingo 04 de agosto de 2013

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Cultural El Duende

Antes que el olvido lo olvide

Dos momentos de Rubén Darío

04 ago 2013

Fuente: LA PATRIA

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“Un Bardo Rei“

Este anagrama formado con las diez letras del nombre de Rubén Darío sintetiza de modo elocuente el homenaje de admiración que tributan al excelso poeta de todos los hombres cultos de España y América.

Es realmente “Un Bardo Rei” el creador del modernismo estético, foco astral inextinguible que, como el diamante, está formado de una síntesis misteriosa de elementos imponderables que son luz, belleza y perennidad en la cultura humana.

En el espíritu del genial nicaragüeño confluyeron las corrientes de los grandes clásicos del siglo de oro: la música angélica del verbo luminoso de Lope de Vega; el portentoso y enrevesado culteranismo de Luis de Góngora, la dulce unción mística de Juan de la Cruz, de fray Luis de León; las corrientes eróticas del paganismo griego, y, sobre todo esto, la maravillosa cultura francesa que con los deleites del parnasianismo, dio nuevos módulos a la lírica helénica.

Este fenómeno de captación intuitiva de los grandes valores estéticos que es patrimonio de los espíritus superiores, se nota no sólo en el magno poeta nicaragüense, sino también en sus congéneres, Ricardo Jaimes Freyre, Leopoldo Lugones y nuestro gran Gregorio Reynolds.

Todos ellos representan en su expresión lírica la síntesis del siglo de oro, la influencia del paganismo griego y la estética del ingenio francés, que en el verso y la prosa han contribuido al rejuvenecimiento del clasicismo español.

Estas reflexiones circunstanciales son ajenas al modestísimo y vulgar propósito de las líneas que siguen, contraídas a dar noticias de un pequeño episodio de la vida tormentosa de Rubén Darío, ignorado por sus biógrafos y panegiristas. Y a pesar de que todo se ha dicho ya del extraordinario poeta por críticos de la talla de Diaz-Plaja y otros de España y América, nunca estará demás una modesta ofrenda de admiración al creador de la poesía moderna.

***

Pocos habrá ya en la América Española que recuerden haber conocido a Rubén Darío en el apogeo de su creación literaria. Yo tuve el privilegio. Le conocí en París en la primavera de 1907. Son curiosas las circunstancias en que ocurrió el hecho.

A fin de situar la escena en su propio ambiente, debo retroceder varios años y relatar algunos antecedentes que caracterizan el episodio a que debo referirme.

Los hermanos Moisés y Alfredo Ascarrunz se conocieron en Buenos Aires con Rubén Darío en los albores de su vida literaria. El “Aus-Keller” era el centro que frecuentaban, junto con Julio L. Jaimes, Ricardo Jaimes Freyre, Leopoldo Lugones, Poliando Moscoso, Manuel María Pinto y otros escritores y poetas.

Leopoldo Lugones, poco antes de su desgraciada muerte, recordaba esas alegres tenidas de la vida de bohemia y se refería al verso que en cierta ocasión improvisó Rubén Darío en competencia con los demás poetas, en honor de los hermanos Ascarrunz, cuyo apellido vasco, refractario al consonante del verso español, servía de pie obligado a la improvisación.

He aquí la cuarteta que mereció unánime aplausos

Encuéntranse aquí sentados

los hermanos Ascarruns;

son dos jóvenes circuns-

pectos y bien educados.

Esta pequeña nota jovial de la bohemia de Buenos Aires, muestra la lejana amistad que unía a Rubén Darío con los hermanos Ascarrunz.

El año 1897, don Moisés Ascarrunz era Ministro de Bolivia en España, y Rubén Darío desempeñaba funciones de Cónsul de Nicaragua en Madrid.

Ciertas dificultades con el gobierno de su país, dejaron en cesantía a Rubén Darío, que tuvo que acogerse a la fraternal hospitalidad que le ofreció el Ministro Ascarrunz. Vivió en la Legación de Bolivia en Madrid rodeado de afectos y comodidades, que la bondad de la señora Emilia Flores de Ascarrunz, esposa del Ministro, hacía más gratos con su exquisita distinción y cultura.

Soneto de Rubén Darío a Bolivia

En artículos recientes publicados por Última Hora sobre episodios ignorados de la vida de Rubén Darío, se han recordado algunos versos relativos a Bolivia, como aquel famoso soneto de maldición a la guerra que es una de las obras de mayor contenido filosófico del genial poeta.

Nunca estuvo en Bolivia Rubén Darío; pero tenía una singular predilección por este país, fruto, sin duda, de la fraternal amistad que le unía con Ricardo Jaimes Freyre, copartícipe en la creación del modernismo, con el padre de Ricardo el célebre “Brocha Gorda”, don Julio Lucas Jaimes, y sobre todo, con Moisés Ascarrunz, el hermano predilecto de los días felices y atormentados de Madrid a fines del siglo pasado (XIX).

Brocha Gorda y Rubén Darío escribían en “La Nación” de Buenos Aires, bajo la dirección de Bartolito Mitre, el más inteligente y brillante de los hijos del General

Este íntimo compañerismo periodístico, a pesar de la diferencia de edades entre el viejo escritor potosino y el entonces flamante autor de “Marcha Triunfal”, creó, sin duda, en el espíritu de Rubén Darío, un especial afecto a la tierra legendaria del “Cesaris Potentia, Pro Rexis Prudentia” de la Villa Imperial de Carlos V.

Es posible que este sentimiento romántico y el afecto fraternal a Moisés Ascarrunz motivaron el bello soneto dedicado a Bolivia que se leerá a continuación y que el Dr. Humberto Vásquez Machicado, Director General de la Biblioteca de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, ha tenido la gentileza de enviarme como una grata contribución al recuerdo de la obra del excelso lírico relacionada con Bolivia.

Lo penoso de estas reminiscencias literarias es que las autoridades universitarias y edilicias del país no hubieran rendido el homenaje que merece Rubén Darío por su obra espontánea y valiosa en honor de Bolivia. Ni una calleja suburbana, ni una escuelita rural, recuerdan al gran lírico nicaragüense, gloria de las letras hispanoamericanas. Y lo que decimos de Darío es también aplicable a Brocha Gorda, Ricardo Jaimes Freyre y Moisés Ascarrunz. Ninguno de éstos tiene una nota recordatoria de su meritoria labor en bien y prestigio de Bolivia.

He aquí el soneto de Rubén Darío:

A Bolivia

En los días de azul de mi dorada infancia

yo solían pensar en Francia y en Bolivia;

en Francia hallaba néctar que la nostalgia alivia,

y en Bolivia encontraba una arcaica fragancia.

La fragancia sutil que da la copa rancia,

o el alma de la quena que solloza en la tibia,

la suave voz indígena que la fiereza entibia,

o el dios del Manchaipuito, en su sombría estancia.

El tirso griego rige la primitiva danza,

y sobre la sublime pradera de esperanza,

nuestro pegaso joven mordiendo el freno brinca,

y bajo de la tumba del misterioso cielo,

si sol y luna han sido los divos del abuelo,

con sol y luna triunfan los vástagos del Inca.

Casto Rojas Quesada. Cochabamba, 1879-1973.

Fue Académico de la Lengua y de la Historia

Fuente: LA PATRIA
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