Si tuviéramos que hablar de las carreteras de la muerte que hay en Bolivia ya no tendríamos que referirnos solamente a las que llevan de la ciudad de La Paz hacia las diferentes poblaciones de los Yungas, sino inclusive a las modernas vías asfaltadas, que además son troncales y unen las diferentes capitales de departamentos.
Para tramitar una licencia de conducir o renovar dicho documento un conductor debe cumplir numerosos requisitos, desde saber manejar el vehículo según la categoría a la cual postula hasta las reglas básicas de tránsito.
Pese a la rigurosidad que se exige para otorgar una licencia de conducir, los accidentes suman y siguen.
Dirigiéndonos a la ciudad de Cochabamba, en una mañana observamos cuatro vuelcos de vehículos livianos. Esos accidentes por lo general se atribuyen al exceso de velocidad, fallas mecánicas, pero casi siempre se deben a una gran falla humana, es decir, a la falta de precaución de los conductores.
Cuando uno se sienta detrás del volante puede observar de primera fila cómo los imprudentes chóferes adelantan en zonas donde las señales verticales y horizontales lo prohíben, por lo que ponen en riesgo más de una vida.
Los que conducen vehículos grandes, vale decir omnibuses y camiones, invaden el carril contrario y despejan la vía a base de bocinazos, sin importar que quien guía el carro más chico debe frenar en seco y salir a la vera del camino, y si el del motorizado más pequeño está imprimiendo velocidad seguramente terminará volcado o chocará contra algún objeto fijo si es que no se da de frente contra el mismo invasor de carril.
Las carreteras de Bolivia están diseñadas para ir a una velocidad máxima de 80 Km./h, con excepción de ciertos lugares en los que se puede elevar la misma hasta los 100 ó 120 Km./h, pero existen conductores que van a una velocidad mínima de 80 Km./h y la constante es de 120 Km./h, inclusive llegando a imprimir una velocidad superior, a 140 ó 150 Km./h, lo cual convierte al motorizado en una máquina difícil de controlar.
Pero no toda la culpa es de los conductores, a quienes desde estas páginas se llama a la conciencia, pues los viajes no son competencias de automovilismo, sino que se trata de que cada quien llegue en el tiempo previsto sin arriesgarse ni poner en peligro la vida de terceras personas.
Como escribíamos, no toda la culpa es de los chóferes, también hay que tener en consideración que se necesita expertos en carreteras, mejor si son personas que conducen frecuentemente por determinada vía, quienes se ocupen de señalizar los caminos, ya que, si bien existe la señalización necesaria, en algunos tramos está mal ubicada, pues cuando las líneas se ven entrecortadas se supone que hay visibilidad, sin embargo, en algunas carreteras aquellas se encuentran en zonas de escasa o nula visibilidad, lo cual puede ser causa de accidentes.
La mala o inexistente señalización sumada a la impaciencia de los conductores son la mayor causa de accidentes de tránsito, que se pueden evitar sólo si los actores involucrados toman conciencia y rectifican sus errores, recurriendo al conocimiento, es decir informándose de cómo se hacen las cosas correctamente, de no asumir que la carretera es una pista de carreras y reduciendo la velocidad.
Otra forma es teniendo paciencia para adelantar cuando corresponde, para detenerse cuando se necesita y reducir la velocidad cuando es conveniente, y así dejar de vestir de luto a las familias bolivianas, pues nadie está libre de una desgracia.
(*) Directora de LA PATRIA
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