El inmovilismo y la “nomenklatura” de Brezniev en la URSS
13 jul 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
La Unión Soviética, con Leonid Ilich Brezniev a la cabeza, a partir de 1964, se constituyó en un país sumamente próspero, sin ser rico, gracias a los avances logrados en 1917, en parte, los cuales fueron desarrollados de 1922 a 1945 parcialmente, y acelerados de 1945 a 1953 por Stalin y su grupo director, a pesar de sus profundas contradicciones clasistas que dejaron dolorosas cicatrices en el Estado soviético, las que tendrían que ver con su devenir.
La URSS se desarrolló en todos los ámbitos de la ciencia y la técnica, dando lugar a que los mejores académicos, profesionales y técnicos soviéticos, con Koroliov a la cabeza, logren la conquista del átomo y el espacio por encima de los Estados Unidos. No obstante, estos logros no tenían la posibilidad de ser sostenibles a mediano plazo, a no ser que se asumieran profundos cambios, a los que no estaban dispuestos los nuevos dirigentes, debido a su falta de voluntad política y pereza intelectual. Su objetivo profundo ya no era el comunismo, ni siquiera el tan mentado socialismo desarrollado, sino una suerte de modo de vida sin graves carencias materiales, pero al final estancado y carente de espíritu revolucionario. Así se cayó en el “inmovilismo”.
En lo interno, el aumento significativo en los gastos militares, que durante el momento de la muerte de Brezhniev se situaron en aproximadamente el 15% del PIB del país, y un liderazgo cada vez más anciano e ineficaz sentaron las bases para un producto decreciente en comparación con las naciones occidentales.
El Noveno Plan Quinquenal entregó un cambio: por primera vez los productos industriales de consumo superarían en magnitud a los bienes industriales de capital. Sin embargo, el Plan aún dejaba la mayor parte de la inversión estatal en la producción industrial de bienes de capital. Surgió así la contradicción de cómo mejorar el nivel de vida sin mejorar la industria ligera destinada a bienes de consumo básico y suntuario. Por otra parte, el atraso de las ciencias de computación y cibernética se hizo cada vez más consistente y así resultaba imposible mejorar la productividad laboral.
Además, se fortaleció una especie de clase superior llamada “nomenklatura” que gozaba de algunos privilegios en las esferas del Estado que le permitían sostener un nivel de vida un tanto superior, aunque no demasiado, en comparación con el conjunto de la población soviética, lo que generaba privilegios odiosos al interior del Partido y la sociedad.
En lo externo, las líneas políticas de los partidos comunistas fraternos de Europa Oriental tendieron a hacerse cada vez más críticas, especialmente en Checoslovaquia, dando lugar a una intervención directa de las tropas del Pacto de Varsovia, algo condenable desde el punto de vista revolucionario, violando el principio de que no se impone, sino que se convence. El liderazgo soviético proclamó la Doctrina Brezhniev, que planteaba que la URSS tenía derecho a intervenir en cualquier Estado comunista fraternal que no siguiera el modelo soviético, la que aumentó la tensión no sólo con el Bloque del Este, sino también con los estados comunistas asiáticos. El movimiento comunista internacional ya no actuaba orgánicamente y su influencia se hacía cada vez menor en el conjunto de las luchas revolucionarias del mundo. Había sido reemplazado por una suerte de social-imperialismo hegemonizado por la URSS.
La Revolución china, que tantas esperanzas despertó en los explotados del mundo, si bien generó mejores condiciones de vida para obreros y campesinos, fue cayendo en el desencanto totalitario y su peor error, específicamente el de Mao Zedong, fue la Revolución Cultural que condenó al ostracismo a millones de intelectuales cuyo único delito fue detentar el conocimiento como riqueza vital.
La Revolución cubana supo inscribirse con letras de oro en la historia, pero su sometimiento económico, político e ideológico a la línea de un degenerado Partido Comunista de la URSS, acabó, a pesar de los esfuerzos del Che Guevara por desarrollar un proceso diferente, muy cercano a las ideas primigenias del marxismo, en la dependencia y, finalmente, en la crisis que actualmente le agobia. Y los procesos supuestamente socialistas en muchos países de Asia y África no fueron más que farsas dirigidas por dictadores que lo único que deseaban era el poder para fines personales. Y la URSS les apuntaló en su errada política de confrontación no revolucionaria con los Estados Unidos de América.
De esta manera, la Revolución socialista fue acercándose paulatinamente a una grave derrota estratégica, de la que hasta hoy no puede recuperarse.
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