Suena cínico, pero hay que reconocer que la práctica política tiene normas demasiado elásticas. Sin hablar ya de principios éticos o morales, que sería mucho pedir, su práctica pasa por encima de compromisos, convenios, leyes o acuerdos solemnemente concertados y firmados. Aunque sean fundamentales para garantizar la vida en comunidad con un mínimo de respeto a derechos y obligaciones.
No por eso de mal de mucho consuelo de tontos, hay que reconocer también que ocurre dentro y fuera de nuestras fronteras. Entre amigos y enemigos. Sin enredarnos en las complejidades de las teorías científicas, todo es relativo en función de intereses generalmente efímeros. Y así las cosas, hasta parece normal esa creciente distancia entre lo que se dice y lo que se hace.
Se reflejó en el incidente aéreo que vivió a principios de mes el Presidente, obligado a hacer escala aérea en Viena. El interés de enviarle un determinado mensaje político al mundo -una suerte de amenaza o advertencia a quien le dé asilo a Edward Snowden- violó todas las garantías de inmunidad diplomática, tránsito aéreo y respeto a los derechos humanos.
Los héroes en la defensa de esos principios se hicieron villanos a la misma velocidad en que la OEA pasó a merecer "respeto y admiración" por defender "a los pueblos de Latinoamérica y el Caribe" porque condenó, aunque sin nombrarlo, al mismo imperialismo del que hace menos un mes se decía que era "ministerio de colonias" impulsor del neocolonialismo y neoliberalismo en nuestro continente.
Por esa misma "elasticidad" de conductas, los rusos defienden hoy, con mayor énfasis que otros, los intereses norteamericanos. Moscú le dio finalmente asilo a Edward Snowden, culpable de todo el reciente zafarrancho internacional. Pero antes, le dobló el brazo obligándolo a prometer que ya no le creará más problemas a Washington. Es que rusos y norteamericanos hacen negocios ahora. Y el infidente Snowden es hoy custodio celoso de secretos sobre sistemas que vulneran las libertades y el derecho a la intimidad mundial. No se sabe aún porqué el ex agente norteamericano eligió Rusia después de que por aquí le ofrecieron asilo sin condiciones.
El embrollo vino a colación como ejemplo de que todo en política es relativo. Cuando uno tiene poder político, digamos, puede afirmar que los aviones que planea comprar el gobierno "son relativamente baratos". Sin ese poder se corre el riesgo de morir en prisión, como un ex ministro de defensa que compró un Beechcraft aparentemente con sobreprecio, o perder su cargo, como un alcalde defenestrado por comprar vehículos usados, aunque baratos.
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