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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Interpelando a las Cámaras - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Rato ha que la Nación está desamparada, desprotegida por la institución que está llamada, precisamente, a protegerla y ampararla, amén de forjarla; trátase del Poder Legislativo, el Congreso de la República o las Cámaras Legislativas.
Estamos asistiendo hoy, ciertamente, a su decadencia, a su atardecer; empero un atardecer suele darse después de un esplendoroso día, luego de un transcurrir creador. Pues bien, el Parlamento boliviano lo ha tenido, bien es cierto; empero no creemos, conforme lo prescribe la filosofía de la historia, que esté atravesando el Parlamento boliviano por una etapa natural de senectud, pues aún no ha hallado su madurez, su forma y realidad cabal, la que correspóndele encontrar de acuerdo a los componentes que influyen en su estructura vital.
Más bien el Parlamento boliviano debe hallarse hoy en su período de esplendor, después de haber asistido a la erección de la República, a la afirmación de la nacionalidad a la que contribuyó junto con otros factores no menos importantes, entre ellos Ingavi, al establecimiento de su institucionalidad, de su constitución bicamaral con todos los provechos que ello significa para el correcto desenvolvimiento de la vida nacional, verbigracia la potestad revisora que posee cada Cámara, la jerarquización en Diputados y Senadores: La primera intrínsecamente para el debate, para la interpelación, para la lidia, si cabe, y también para la legislación; la segunda más serena, hecha para la revisión, para el juzgamiento, con la serenidad que la trayectoria pública debe conferir a los senadores. Ambas facultadas empero para legislar.
Recién llegábamos a institucionalizar el Parlamento, apenas adquiría estructura espiritual, moral, filosófica y constitucional. Asistimos, además, a la decadencia del militarismo. No, no debería estar hoy la Representación Nacional como está. Está desmedrada, venida a menos, encubierta. Debemos “descubrirla”, desvelarla. Hoy no impera el discurso del orador en las cámaras, cual corresponde. Hoy podemos perfectamente hacer un ejercicio filosófico para demostrar una diferencia radical entre dos términos, pedimos permiso para ello a Heidegger y afirmamos, con el filósofo de la existencia, que impera hoy en las cámaras la habladuría más no el discurso.
Acabamos de asistir a un hecho controvertido, ambiguo, es cierto, empero trascendental, de primera importancia en cosas de política correctamente aprehendida: La reelección presidencial. Nadie ha parado mientes con el rigor que corresponde, en la Declaración Constitucional Plurinacional (DCP) 003/2013, de 25 de abril de 2013, que declara Constitucional el artículo 4 del Proyecto de Ley de Aplicación Normativa que fue sometido a su “control de constitucionalidad”, artículo referente a la reelección del Presidente y Vicepresidente del Estado. Aquí o sea en esta Declaración Constitucional, existe una contradicción patente, una distorsión del texto literal de la Constitución que, en caso de ser corroborada, constituiría la más perfecta prevaricación, el más inicuo prevaricato. No exponemos todavía este asunto en la magnitud que corresponde porque, aun cuando podemos tener elementos importantes para acusar el prevaricato, preferimos proseguir en la investigación del hecho, tal es nuestra circunspección. Y nos limitamos a decir, por el momento, citando a Franz Tamayo: “La nación sufre los prevaricatos en silencio, pero a la larga pide cuenta de ellos y los sanciona”.
Deber es de los HH. representantes nacionales atender de aquellos asuntos, interpelar conductas inmorales, abyectas, ilegales; encomendóseles, pues, velar por el correcto andar de la vida nacional, institucional y, por ende, proteger a los bolivianos de la decadencia moral, evitar tener un país viciado.
Tampoco estuvo presente la representación nacional, la auténtica, cuando el Ejecutivo se aprestaba a tomar una acción precipitada, cuando se alistaba a perpetrar una medida sin fundamentos conocidos, sin haber demostrado que el solo fundamento que correspóndenos invocar y hacer valer en nuestra cuestión con Chile, no constituye en realidad un fundamento. No se lo ha demostrado. Ha soslayado o quizá no ha conocido siquiera la voz de un ciudadano ‒quien estas líneas traza‒ a quien no guiaba si no un ansia de verdad, de equidad, de justicia, si cabe, de corrección. Acaso no era su obligación escuchar, empero sí era su obligación y lo que es más, era su deber ahondar en la cuestión y deplorablemente parece que en ella no lo ha hecho. También aquí la representación nacional ha hecho lo que mejor sabe: Callar y cohonestar.
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