Nikita Jrushchov: Su oportunismo y aventurerismo revolucionarios en la URSS
09 jul 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
La muerte de Stalin en 1953 debió implicar el cierre de un proceso, el del socialismo de cuartel, represivo y cruel, aún a pesar de su eficiencia en la reproducción de las fuerzas productivas, en la generación de una base cuantiosa para el futuro, especialmente en lo político, económico y militar. Una nueva fase del sistema basado en la dictadura del proletariado no era compatible con la inexistencia de una democracia revolucionaria, al contrario debía desarrollarse en todos sus ámbitos la libre generación de ideas, las que tenían que circular dialécticamente por todos los ámbitos de la sociedad, haciendo posible el “hombre nuevo”, proclamado por Lenin.
Para el nuevo líder de la Unión Soviética, Nikita Serguéyevich Jrushchov, estaban dadas por la realidad histórica dos tareas fundamentales: el desmantelamiento del sistema totalitario y el desarrollo avanzado del socialismo. Él era un militante comunista muy polémico, con tendencias arraigadamente voluntaristas, llegando al extremo de creer que el comunismo se podía construir en una sola década, olvidando, debido a su desconocimiento de la teoría marxista, que el sistema totalizante pensado por Marx y Engels no se podría construir en un solo país, a no ser que la Unión Soviética se aislara completamente del mundo, algo rematadamente imposible.
El lado oportunista de Jruschov se manifestó el 25 de febrero de 1956, en el XX Congreso del Partido Comunista, cuando pronunció el llamado "discurso secreto", denunciando las purgas de Stalin y el advenimiento de una era menos represiva en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Algo muy cuestionable moralmente, ya que en vida de Stalin fue partícipe de sus purgas criminales. En 1936, Jrushchov apoyó vehementemente los crímenes: "Todo aquel que se regocija con los logros alcanzados en nuestro país, las victorias de nuestro partido dirigido por el gran Stalin, encontrará solamente una palabra adecuada para los perros mercenarios y fascistas de la pandilla trotskista-zinovievista. Esa palabra es la ejecución".
Su lado aventurero se expresó en lo interno con las desacertadas medidas económicas en general, y en lo externo con las respuestas violentas a movimientos nacionalistas en Hungría, olvidando que el socialismo no se exporta como mercancía y que las ideas, por más revolucionarias que sean, no se imponen “manu militari”. Además, el líder soviético se enfrascó en intrascendentes enfrentamientos no militares con las potencias capitalistas.
La continua fuga de ciudadanos alemanes con un alto nivel de educación a través de Berlín, fue solucionada de manera errada con la construcción de un muro alrededor de esa ciudad. Las tensiones entre las superpotencias culminaron en la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, cuando la Unión Soviética trató de instalar misiles nucleares de alcance medio en la isla de Cuba, a unos 140 km de la costa estadounidense. Al final, tuvo que dar marcha atrás ante la decisión norteamericana de forzar un conflicto nuclear en caso necesario. Estas situaciones hablan de un manejo no revolucionario de los problemas, de una práctica hegemonista que tendría un costo elevadísimo para el socialismo. Algunas de las medidas de Jrushchov y sus anquilosados asesores científicos, como el poner freno al desarrollo de las ciencias de la computación y la cibernética, causaron un daño grave al futuro de la economía soviética. Sus decisiones fueron vistas como irresponsables, sobre todo por sus rivales emergentes, los que en silencio se elevaron con fuerza y lo depusieron. El 14 de octubre de 1964, el Presídium y el Comité Central del PCUS votaron a favor de aceptar el retiro "voluntario" de Jrushchov de sus funciones.
Como fruto del análisis, se establece que Jruschov no cumplió las tareas asignadas por la historia, tampoco tenía las capacidades para ello. En el tema externo dio nacimiento al social-imperialismo soviético que se dio a la tarea de competir militarmente con las superpotencias capitalistas y a repartirse esferas de influencia en el mundo, al margen por completo de consideraciones revolucionarias, y en lo interno permitió que tendencias ajenas a las ideas del comunismo empiecen a fortalecerse en las estructuras partidarias. El socialismo continuó desarrollándose, aunque sobre la base exclusiva de los logros del empuje voluntarista del periodo de postguerra. En esta etapa no mandaban ni la voluntad ni la racionalidad, solamente un entusiasmo aventurero, carente de creatividad y el complot emergente de adversarios del socialismo, enmascarados en el seno del Partido Comunista.
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