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Domingo 07 de julio de 2013

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

La ‘Perricholi’

07 jul 2013

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Primera de dos partes

¿Quién no ha oído hablar alguna vez de la ‘Perricholi’? Claro que, como en cualquier otro tema, de oír hablar de algo a saber algo firme del mismo dista mucho trecho. Y esta verdad general adquiere especial validez en el caso de la ‘Perricholi’, tema sobre el que han sobreabundado los ‘dimes’ y ‘diretes’, mientras escaseaban por demás los conocimientos arraigados en documentación fehaciente. No es el único caso, pero sí es un caso paradigmático y ejemplar en los que pareciera que la escasez de lo uno (conocimiento) conlleva / promueve la sobreabundancia de lo otro (fantasía).

Con este telón de fondo, acaso tenga alguna utilidad hacerse eco de un trabajo académico de reciente publicación sobre esta enigmática mujer peruana. Se trata de una tesina de licenciatura en Historia Moderna que Gisela Pagès defendió en la Universitat Autònoma de Barcelona (Bella Terra) y que hace relativamente poco tiempo ha salido publicada bajo el título de Micaela Villegas, “La Perricholi” (1748-1819). Historia de una mujer en el Perú del Virrey Amat (Sant Cugat del Vallès, Editorial Arpegio, 2011, X, 166 p., 13 ilustraciones).

Empecemos dando una idea de la arquitectura de la investigación.

* * *

El libro está organizado en cuatro partes, a las que precede una introducción (escueta, pero suficiente para plantear el status quaestionis de aquella zarandeada figura femenina) y sucede el aparato bibliográfico utilizado. Las cuatro partes centrales se ocupan, respectivamente, de la época de la Perricholi, de su realidad histórica, de su múltiple y variopinta ‘mitificación’ y de una síntesis interpretativa.

El Perú de la Perricholi tiene un nombre propio central: el del virrey catalán Manuel d’Amat i de Junyent (1707-1782); huérfano total desde muy tierna edad, criado en los cuarteles desde sus 11 años y solterón empedernido; se puede decir que estaba casi predestinado a caer en las manos de alguna mujer que supiera combinar la atracción con la osadía. Había llegado a América en 1755 para desempeñar la Gobernación chilena; lo hizo hasta 1761, año en que fue ascendido a Virrey del Perú, ocupando el cargo hasta 1776. Su anterior experiencia americana ya le había enseñado de las miles de trampas que los más diversos sectores sociales de aquella sociedad provinciana solían tender a las autoridades (con clarísima predilección por las de origen europeo). Podemos captar un eco de tales situaciones en una carta que, desde Santiago de Chile, Amat escribió a su hermano Josep, primogénito y marqués de Castellbell:

No bisito a nadie, excepto el dar los días, pasquas, enorabuenas o pésames, lo mismo ejecuto con las religiones, exceptuando el assistirles pro tribunali en las fiestas de sus patriarcas. Este no vicitar es la regla que me parece más segura en estas países, ni a unos ni a otros: los primeros (se entiende autoridades y nobles), para obviar toda murmuración y empeños; los segundos, por no enjendrar zelos y contenerlos en sus exsorbitantes audacias. Procuro en lo demás darles buen ejemplo: atendiendo el pobre; franqueando todos los biernes los sacramentos y sosteniendo siempre la justicia; no recibiendo nada da nadie ni dándome nunca por rendido de la fatiga del despacho, por cuio medio e logrado el barrer la casa y estar sobre el día en todo. No le parezca a vuestra merced que no se me an presentado tentaciones apoiadas de miles, pero Dios a sido más poderoso y espero lo será conmigo por su infinita misericordia (15 de abril de 1760).

Si alguien pudiera pensar que con este ‘plan de vida’ no resulta creíble que Amat viviera un affaire con una actriz de teatro, quiere decir que olvida el detalle fundamental: quienes se acorazan frente a un ‘peligro’ con frecuencia no hacen sino acercarse irremisiblemente y por todos los atajos hacia el mismo.

* * *

Sobre el fenómeno de la ‘Perricholi’ debo empezar diciendo que también ha atraído la curiosidad boliviana: aparte otros episodios más circunstanciales, por lo menos podemos referirnos a los textos que Rosa Melgar de Ipiña dedicó a Micaela Villegas virreina de Amat (Sucre, 1977, 253 p.), mosaico que se mueve entre la literatura y la leyenda (que, a su vez, no suele acabar de decidirse entre la historia y la manipulación de algún tipo).

Uno de los mayores aciertos de Pagès es haber dedicado todo el segundo capítulo a la depuración de la realidad histórica de la ‘Perricholi’, separándola tan nítidamente como ha podido de lo que llama el ‘mito’. Así, leemos que ese capítulo está destinado a despojar “a la amante del virrey de legendarias y falsas imágenes”, pues ha evidenciado que “todavía hoy se sigue fantaseando sobre el lugar y fecha de su nacimiento, su extracción social, el origen de su apelativo, algunos episodios de su vida y sus últimos años. Su imagen ha quedado desdibujada por la leyenda siendo grande el vacío y la confusión que aún existe sobre pasajes esenciales de su trayectoria biográfica, pese a la abundante información de que disponemos” (p. 58). Estamos, pues, ante una nítida voluntad revisionista (dando a este término el mejor sentido que se le puede dar). Y me parece que en buena medida alcanza sus propósitos (pp. 55-74).

Continuará

Fuente: LA PATRIA
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