Domingo 07 de julio de 2013
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Si sobrepasamos los 60 años el tormentoso querer y el acuciar, que es propio de la juventud, debería haber disminuido. A partir de los 50 años la edad pasa a convertirse en edad madura, el verano tiende su mano al otoño.
El hombre que ha madurado en el Espíritu vivirá de acuerdo con el otoño que comienza, con más tranquilidad y cordura. Quien cree que tiene que recuperar algunas cosas opinando que las omitido en la juventud, sucumbe al autoengaño.
El autoengaño conduce a la decepción y a la resignación. Una reflexión para quien está envejeciendo: Aquel que desea recuperar la juventud, envejece. En la vejez permanecer siendo activo de espíritu y creativo significa dedicarse a otros talentos, encargándose de las tareas correspondientes.
Quien se da aliento a sí mismo para prosperar vive la verdadera comunidad con sus semejantes, de ello se pueden desprender otras y nuevas tareas como la ayuda y el servir mutuos, o la acción desinteresada por una buena causa.