Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Seguridad, privacy y lavado de información - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
La insultante actuación de algunos países europeos (presionados real o sicológicamente por su “mejor aliado”) que demoró abusivamente el regreso del Presidente Morales puede ser resumida en las palabras con que Emma Bonino, ministra de RR.EE. de Italia y otrora radical “luchadora social”, ha querido justificarse: “Espiarse entre aliados no es elegante, pero la amistad con los EE.UU. queda”.
De todos modos, la indignación por ese aún confuso incidente diplomático no debería distraernos del análisis del tema de fondo, que es la relación entre seguridad nacional y “privacy” (o sea el derecho a las relaciones privadas) de los ciudadanos.
Es un hecho que todo lo que crea el hombre puede ser usado para bien o para mal; un principio que se aplica también a las comunicaciones. Una palabra, una carta, un e-mail o un tuit son expresiones destinadas a otra persona o a un grupo, pero que, en poder de un extraño, pueden tener un uso diferente, para bien o para mal. A menos de caer en la hipocresía, hay que admitir que el espionaje siempre existió y es parte de la seguridad de todos los Estados, sin excepción. Dictaduras y hasta gobiernos democráticos de todo tinte solían violar las cartas y pinchar los teléfonos de personas sospechosas de atentar contra la “seguridad del Estado”.
En el pasado, tales acciones, más allá de su calificación ética, estuvieron dirigidas casi exclusivamente a individuos o grupos criminales que, con miras al bien común, debían ser mantenidos bajo observación. Pero hoy, a partir del “11/9”, debido a las fallas de los servicios encargados de esos controles y a causa de la extensión de las comunicaciones a través de la Internet y las redes sociales, todos los ciudadanos del mundo nos hemos vuelto sospechosos y, por tanto, candidatos a ser espiados. Además, en la aldea global las comunicaciones son siempre más complejas (por eso sólo algunos gobiernos pueden controlarlas), pero los datos son fácilmente accesibles. De hecho, los datos electrónicos no se pierden: están guardados en varios dispositivos sincronizados y hasta en las “nubes”, al alcance de hackers y mirones.
Si bien, en aras del bien común, nadie debería oponerse a que se proteja a la colectividad restringiendo los derechos de personas sospechosas de realizar actividades ilícitas, sin embargo, al igual que en los aeropuertos, nos fastidiamos cuando se nos trata como posibles malhechores. ¡La seguridad tiene costos no sólo económicos!
La pregunta relevante es entonces: ¿Cuál es el límite? La realidad nos muestra que ni los gobiernos, ni los encargados del control tienen la ética necesaria para acometer esa tarea delicada. El semanario alemán Der Spiegel ha revelado que el espionaje de los EE.UU. en Alemania estaba concentrado en la ciudad de Frankfurt, centro financiero, no político, de ese país. Asimismo, se ha conocido la chabacana costumbre británica de espiar a gobiernos “amigos” en las cumbres de Estados. ¿Y qué decir de los extorsionistas locales quienes, gracias a la información privilegiada a la que accedieron y al poder que se les concedió, están solos allá donde deberían estar bien acompañados? Es como el marido que empieza a rastrear a su esposa, por tener sospechas de infidelidad, pero que termina espiando a la esposa del vecino con otros objetivos.
Creo que el límite está en el uso/abuso que se hace de la información, para regular el cual urge una normativa interna e internacional que castigue severamente el “lavado de información” en el cual pueden incurrir inescrupulosos funcionarios encargados de la seguridad de la gente.
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