Tres gobiernos elegidos democráticamente: Grecia, Turquía y Brasil. En el primero de los países gobierna una coalición entre la derecha y la izquierda debido a sus circunstancias económicas y financieras. En Turquía gobierna un musulmán, líder del partido del Trabajo, en tanto que en Brasil lo hace la izquierda moderada. En los tres países el sistema, con todos sus errores y correcciones, es el democrático liberal.
En las últimas semanas, los tres países han sido sacudidos por multitudinarias manifestaciones, en algunos casos con el desagradable ingrediente de la violencia policial y de la otra.
Las razones de la ira popular difieren: En Grecia la gente de sublevó en defensa de su radio y televisión que fue cerrada de la noche a la mañana bajo el pretexto de fundar un nuevo servicio público difusor. En Turquía las manifestaciones se originaron por la defensa del parque Gezi, lugar donde el gobierno quiere construir un centro comercial, cultural y religioso, reconstruyendo, además, una vieja fachada del cuartel Topcuque 1909 alojó a unos militares musulmanes fundamentalistas que se rebelaron contra el fundador de la república laica de Turquía.
En Brasil las manifestaciones están en busca de mejor gobierno, cero corrupción y derecho a vivir mejor o bien.
En los tres sitios hay un común denominador: Los gobiernos están lejos o muy lejos de sus votantes. Éstos se fueron a las calles en una alianza de trabajadores y clase media, sin liderazgo visible, sin programa alternativo de gobierno y con una mezcla ideológica que va desde el nacionalismo hasta el anarquismo de izquierda, me atrevo a decir que la mayoría pertenece a esa clase media en ascenso que quiere ser escuchada por sus gobiernos.
¿Quiénes escucharon y quienes no, y por qué?
Los primeros en recular han sido los griegos, revocaron la medida y hoy la radio y la televisión helena siguen emitiendo, pero no se librarán de una re estructuración que se llevará a cabo en el marco de la democracia donde tienen la palabra los unos y los otros, no importa que algunos de esos sean minorías electorales.
Erdogan, el apellido del líder musulmán turco, es un político que está en el poder gracias a más del 50% de los votos de la última elección, lo que le da un margen político muy grande. En democracia, más del 50%, no debiera significa no escuchar y/o hacer caso omiso de la minoría. Democracia no es la dictadura de la mayoría, es ante todo diálogo, debate, convencimiento político. Erdogan atropelló a su gente, que ya no es tan minoría, algunos o muchos que votaron por él en la última elección ya no lo harán. En todo caso Erdogan no ha dado marcha atrás.
La presidenta Dilma Rousseff, no solo dijo que comprendía a los manifestantes sino que bajó los precios de la discordia y ofreció alternativas y solución a las diferentes demandas. Trató a los manifestantes con decoro político.
La democracia griega estudiará el futuro de su “publicservice” con la participación de los sindicatos de periodistas y los partidos del legislativo. Llegarán a una solución dentro del “tira y afloje” que es la definición vulgar de la democracia. Brasil, pienso, que hará lo mismo. ¿Por qué Erdogan de Turquía no se somete al “tira y afloje”? Porque cree que su mayoría (la mitad más uno) le da derechos absolutos como si se tratara del centralismo democrático estalinista. Esa actitud es, por otro lado, causa y efecto del desprecio de la Unión Europea a la incorporación de Turquía a su seno. Esa relación es historia de otra crónica.
Tenemos tres ejemplos de liderazgo y democracia. A veces los líderes se embriagan con la cantidad de votos de la última elección y creen que la democracia es igual al autoritarismo aunque se llene la boca diciendo “respetamos la constitución y la leyes”.
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