Con las debidas distancias, resulta ahora que tenemos también espías criollos, igual que los norteamericanos. El presidente los denunció el miércoles delante de su propio jefe, el canciller David Choquehuanca, en cuyo ministerio dijo que trabajan desde no se sabe cuándo. “Tengo información, aunque hay que llegar a tener documentos, de quienes dieron información de forma reservada a Estados Unidos, en aquellos tiempos, y ahora todavía”, dijo, aunque no los desenmascaró.
El presidente les dijo a los funcionarios de la Cancillería, en la cara y sin medias tintas, que deben "cambiar esa mentalidad colonial... ese comportamiento señorial". Y al jefe de la diplomacia criolla que revise su equipo de trabajo porque "esos hermanos y hermanas que trabajan así no merecen estar aquí, acompañándonos".
Por ahora, se desconoce cuántas cabezas rodarán. Las cámaras del canal estatal se pasearon por las caras de "yo no fui" con que los funcionarios de Cancillería, convocados a pedido expreso del presidente escucharon la denuncia y la recomendación de cambios. Planteada así, todos son sospechosos. Incluso su jefe, que por esa cuestión de jerarquías debe considerarse principal responsable.
Tras la denuncia, deben estar seguramente investigando quiénes y cuántos son los espías criollos que ponen en riesgo nuestra política exterior. No vaya a ser que se vayan a dar vueltas por el mundo vendiendo secretos nuestros, como Edward Snowden, el ex agente yanqui que anda por ahí ofreciendo cuatro ordenadores y varios discos duros con secretos de alto voltaje de los Estados Unidos.
Menudo problema para el canciller, por el papelón de haberse enterado de que tenía al enemigo interno adentro de la manera en que se enteró. Al parecer no sabía que lo estaban espiando desde cualquiera de los tantos recovecos que tiene el edificio en el que trabaja. Tuvo que ser el presidente quien le informe sobre la situación de su casa. Y delante de testigos, para que no se diga que no le advirtieron.
Pero lo grave no sólo es saber quién es y en qué nivel o en qué sección trabaja. O si hay más de uno. El meollo es saber quién o quiénes, además de los norteamericanos, pagan para conocer los secretos de nuestro país. Lo cual coloca como sospechosos a casi todos los “países amigos”. Por supuesto, menos a los “hermanos bolivarianos”, que no necesitan espías, por razones obvias.
Investigar esa denuncia es urgente por eso. Además, por respeto a la honorabilidad de las gentes de Cancillería, incluido su titular. Pero sobre todo es importante, porque compromete la imagen internacional del país, que es lo que realmente importa a todos.
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