Probablemente uno de los indicadores más visibles para medir la distancia entre países con calidad de vida y países con altos índices de desigualdad social es el grado de acceso y satisfacción en el uso del transporte público.
La reciente explosión social en tantas ciudades brasileñas revela que no sólo “de canchitas sintéticas” vive el hombre. El ciudadano de a pié no se conforma con la construcción de estadios, por más entusiasmo que despierte el deporte, cuando cada día debe recorrer largas distancias en un sistema caótico de transporte público; peor aún en ciudades de varios millones de habitantes.
En Estados Unidos hay grandes urbes con limitados sistemas de buses o metros, como Los Ángeles; en cambio, en Washington los metros, buses y taxis se desplazan con regularidad y siempre aseados. En México D.F., el caos es tan violento que las familias deben separarse para tomar un vehículo público, hombres a un lado, mujeres a otro y una de las experiencias más dramáticas es subir al metro en una hora pico.
Hace tres décadas, el transporte público argentino era cumplido y moderno; en la era Kirchner se nota la ausencia de inversiones y se lamentan graves accidentes. Mientras Panamá, que cada vez se aleja más del subdesarrollo, ofrece un limpio y amplio sistema de buses interprovinciales y la capital cambió las románticas pero viejas “chivas” por buses con aire acondicionado y facilidades para los minusválidos.
Casi todos los países europeos se destacan por su sistema de transporte público urbano y rural. Amplia cobertura, horarios establecidos, sistemas favorables para estudiantes y ancianos, preferencias para los discapacitados, buses especiales para traslados a aeropuertos, conexiones con metros, trenes, estaciones.
Bogotá mejoró su caos y se convirtió en ciudad amable gracias a un cambio sustancial en el transporte masivo y aunque actualmente el “Transmilenio” enfrenta nuevos desafíos, fue el inicio para crear cultura ciudadana. La cara opuesta está en Perú y en Bolivia: minibuses sucios, con horarios inciertos, inseguros por viejos y por facilitar la acción de delincuentes, conductores prepotentes. Es un atentado contra la salud y es excluyente de ancianos o enfermos.
La Alcaldía de La Paz inició un programa de transformación, todavía a medio camino: no ha llegado el bus modelo, la implementación de la ley municipal de transporte es lenta, medidas incumplidas. Mientras ciudades como (La Paz y Santa Cruz) tengan un sistema de minis, serán nomás ciudades michis.
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