Stalin: Sus errores y aciertos en la Segunda Guerra Mundial
28 jun 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) llegó y se desarrolló en circunstancias ya muy conocidas a partir de las acciones de las grandes potencias mundiales: Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética. El que diga que no sabía o no suponía su devenir, miente descaradamente o es un ingenuo absoluto. Cuando Hitler se apoderó del poder total en Alemania, en 1933, ya anunciaba claramente la guerra contra el mundo para eliminar a los judíos y comunistas, y si Stalin no lo comprendió fue por sus erradas concepciones de la guerra y la paz que se constituyeron en una tragedia para el pueblo que, por circunstancias de la vida y su aplomo, gobernó. Él creía, erróneamente, en la guerra interna, que si bien llevada era importante, se destacó en la represión al opositor de pensamiento, pero en el peligro de afuera se descuidó cuasi criminalmente. Sus ánimos psicóticos produjeron la tragedia para el pueblo soviético a partir de haber eliminado a la mayor parte de los cuadros militares que debían haber definido la línea de la guerra contra Alemania y sus consecuencias, sin entender que podían ser útiles posteriormente.
Lamentablemente, antes de la “Gran Guerra Patria” (nombre dado a la guerra sostenida por los soviéticos contra las hordas de Hitler), 3 de los 5 mariscales, 13 de los 15 comandantes de ejércitos, 8 de los 9 almirantes, 50 de los 57 generales de los cuerpos de ejército, 154 de los 186 generales de división, todos los comisarios del Ejército y 25 de los 28 comisarios de los cuerpos de Ejército, de la Unión Soviética fueron juzgados y condenados en los dramáticos 30´s.
Esta purga al interior del Ejército Rojo, liquidó a militares de mando con experiencia, los que fueron sustituidos por oficiales leales políticamente, pero incapaces funcionalmente. El Ejército Rojo se debilitó y las consecuencias se verían a partir de 1941. Después, puso al mando a militares más políticos y poco calificados en la guerra total. Los fracasos se hicieron patentes. El 22 de junio de 1941 empezó la tragedia que mató a 26 millones de soviéticos, militares, pero fundamentalmente civiles. Las tropas nazis, preparadas desde 1933, ocuparon el territorio occidental de la Unión Soviética, desde Arjángüelsk hasta Moldavia, un frente de miles de kilómetros mal resguardados por los guardafronteras soviéticos. Los aviones fueron destruidos en los aeródromos. Se hacía evidente que la maquinaria militar soviética era obsoleta y los soldados estaban absolutamente inermes por su poca preparación. Los militares que Stalin puso al frente cayeron en la derrota más profunda.
Los fascistas, en pocos meses avanzaron hasta las cercanías de Moscú, en noviembre de 1941. Gracias a la decisión de Stalin y el heroísmo de miles de combatientes, se logró detener el asalto alemán y su consiguiente retroceso. Las victimas soviéticas fueron incontables. Posteriormente, las batallas victoriosas de Kursk, Stalingrado y posteriores desnudaron las razones de las victorias soviéticas, conseguidas a un costo humano glorioso, pero inaceptable.
Después, la recuperación del territorio ocupado por los nazis costó millones de víctimas. A Stalin no le importaba el sacrificio humano. Veía a las personas como simples instrumentos, no protagonistas de la Revolución. Mandaba a los soldados a la muerte con una facilidad extrema. De no ser por el heroísmo de militares que habían perdido a sus seres más queridos en una conflagración que se pudo haber evitado con más determinación o la preparación consecuente para una guerra total antes y no después, la guerra se hubiera perdido. Las directivas estalinistas de resistir hasta el fin hicieron posible que millones de combatientes (hasta seis millones) se rindieran a los alemanes. Menos de la mitad quedaron vivos. Lo racional hubiera sido retirar las tropas, en el horno del enfrentamiento desigual, a la retaguardia, lo que era sensato desde el punto de vista racional y prepararlas en mejores condiciones para la lucha posterior.
No obstante, Stalin quedó salvado por los resultados de la guerra. El 09 de mayo de 1945 acabó la conflagración para la Unión Soviética con el signo de la victoria y con la ocupación de media Europa. El líder totalitario recogió un prestigio en mucho inmerecido, pero al final legítimo (al vencedor no se le critica mucho, al contrario, se lo idolatra). Supo guiar a su pueblo a una victoria estratégica, pero mal utilizada posteriormente. Al final, el enemigo fascista no era tan difícil de vencer, a pesar de su costo humano, sino que el obstáculo principal para el futuro del socialismo y comunismo estaba por venir y era interno.
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