Sobre los vestigios del pasado remoto y en otra dimensión temporal, el 21 de junio último se celebró el Año Nuevo Aymara, un ritual retrotraído a contrapelo desde el fondo de los tiempos; dizque de hace 5521 años, (¿cómo se habrá calculado?), bajo la errónea suposición de que el sol emerge de un lado y se pone en el opuesto, cuando en realidad es la tierra la que se mueve y no el Tata Inti.
Si no es parte de la campaña preelectoral, eso de inducir hacia la pretérita lejanía se parece a una “estrategia envolvente”; no sería extraño que fuese para apartarse de la razón, la verdad y la ciencia. “¿Piensas? Ese fue el mal de Prometheo”, decía Franz Tamayo. Por eso es peligroso pensar en el Ande plurinacional; a quienes se atrevan les caería encima la jacobina inquisición del Palacio Quemado, para condenarlos a la “hoguera” por libre pensantes y herejes. La hoguera simbólica tiene muchas formas.
¡Más de cinco mil años! ¡Qué de prisa han vivido estas gentes! Por alguna vía esotérica recorrieron tanta distancia; nosotros, los cristianos, estamos apenas comenzando el siglo XXI; es decir, sólo estamos a 2013 años. Su travesía mítica fue por distinta ruta, por eso no están enterados de que la tierra ya no es el centro del universo como se creía antes. Otra teoría científica reemplazó al geocentrismo de Ptolomeo. Hoy, el vasto mundo que habitamos es apenas “un grano de polvo en el espacio”, como vio el angustiado poeta Omar Khayyan.
Los políticos que presumen de sabios, dicen cualquier cosa. Han propalado en estos días, entre otras mentiras, la especie de que “se ha alejado lo más que podía el sol y va a comenzar un lento regreso. Convocamos a todos los bolivianos a esperar con fe este inicio del regreso del sol”. ¡Falso! El sol no se movió a ninguna parte; es la tierra que en su movimiento de traslación se alejó un poco y volverá a aproximarse al sol. Desde Aristarco de Samos en Grecia, 3 siglos antes de Cristo, pasando por Copérnico y Galileo, hasta un escolar de primaria sabe que esa es la verdad, por más que nuestros sentidos perciban otra cosa.
Fue un largo fin de semana, con su espectacular epílogo ruidoso y festivo de San Juan. Se mencionó de pasada el turismo. La idea de fomentar esta gran “industria sin chimeneas”, es buena, ¡buenísima! Pero es preciso pensar en ello seriamente y no sólo por la proximidad electoral. El “realismo mágico” de las costumbres y tradiciones, como el solsticio de invierno, tiene un gran potencial turístico. Hoy en día, sin embargo, la infraestructura y los servicios, dejan mucho que desear.
Un elemento hecho como de intento para que nadie de fuera venga, y ni siquiera el boliviano se anime a viajar a ninguna parte, es el auge del atentado criminal llamado “bloqueo”. Ya nada se hace en Bolivia sino es obstruyendo caminos y calles. Revertirlo es un gran desafío para el régimen que llegó al poder apelando a esos recursos. Ser muchos no es suficiente. Hay que trabajar por la calidad. A la falacia de que la repartija discrecional de cheques quebró a la burocracia, hay que oponer la verdad de que es esa tupida maraña ineficiente la que ha quebrado la vida institucional del país.
(*) El autor es pedagogo y escritor
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