Sábado 22 de junio de 2013
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De entre los intentos para justificar el "sembradío" presidencial de canchas de pasto sintético, la explicación más peregrina (para usar un eufemismo piadoso) se escuchó un sábado en un programa de diálogo político en una radioemisora de La Paz. Un diputado oficialista por Oruro afirmó que el objetivo presidencial es crear condiciones para hacer de Bolivia una potencia futbolística.
Alguien tendría que explicarle a ese diputado que la gran habilidad de Maradona o Pelé, en el fútbol mundial, o del tupiceño Ugarte y del orureño "fierito" Gutiérrez, en el nacional, nació de las dificultades para dominar la pelota en los potreros. El fútbol es el deporte más popular porque nunca se necesitaron alfombras para practicarlo.
Pero la explicación de ese diputado, nada más que anécdota, viene al caso sólo porque después de mucho tiempo millones de brasileños salieron a las calles para protestar. La última vez fue en los años 80, exigiendo democracia tras 30 años de dictaduras militares.
El pretexto formal es ahora el alza de 20 centavos en el transporte público. El detonante fueron los millonarios gastos para la Copa Confederaciones, la Copa del Mundo y las Olimpiadas. Detonante increíble para semejante explosión allá donde el fútbol es el factor de amalgama social más poderoso. Pero eso es sólo lo formal. Lo real es que la gente se cansó de promesas incumplidas de gobiernos de toda línea política. De la derecha a la izquierda. Y de todo origen social. Del burgués Collor de Mello al sindicalista Lula da Silva hasta la señora Rousseff.