Jueves 20 de junio de 2013
ver hoy
El presidente Morales volvió a hacer noticia a partir de una de sus afirmaciones medio despistadas, medio acertadas. En el acto de promulgación de la Ley del libro y la lectura Óscar Alfaro (366), confesó que tiene problemas para leer, y que "a lo mucho ve los títulos o unas páginas" de los libros que le regalan. ¿Falta de sentido de ubicación?
Evitemos el juicio apresurado. Tal vez las palabras del Presidente nos informen menos de su persona y mucho más de las condiciones de producción del lector(a) en nuestro país.
Es claro que su victoria electoral no lo exime de su pasado. Él es también un producto de los retardos y los aciertos de nuestro sistema educativo. En Bolivia, como en muchas otras partes, se alude rápidamente a "la necesidad de incentivar la lectura" para resolver más de un problema social. Pero la frase es un eslogan vacío.
Hay que empezar con los niños: relacionar la lectura con el premio antes que con el castigo. Y luego aclararles a los más grandecitos. Leer no es un hábito como lo debe ser el tender la cama desde niños. La lectura comienza como un placer, luego se hace hábito, no al revés. Ya si este proceso de convertirse en hábito tiene lugar con el tiempo, será por elección del individuo, devenido lector. La lectura poco tiene que ver con los deberes, en cambio su relación es íntima con los juegos.