Miercoles 19 de junio de 2013
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Luego de las elecciones para designar jueces, había alguna esperanza de que finalmente quienes, por su condición de abogados, habrían entendido que la administración de justicia en el país era pésimamente atendida y administrada y actuarían en forma diferente a quienes habían ocupado los estrados judiciales; pero, el equívoco fue grande.
En la comunidad crece más el sentimiento de que muchos de los nuevos jueces que integran el Poder Judicial – con las excepciones que pudiese haber – actúan con negligencia, nomeimportismo, lentitud, desidia, deshonestidad y hasta extremos de irresponsabilidad que llegan al prevaricato, lo hacen en concordancia al hecho de haber sido escogidos por la política partidista y no por su independencia política, su idoneidad, su vocación de servicio, su humildad y sencillez de sentimientos, su probidad y, sobre todo, su sentido de honestidad y responsabilidad.
Para quienes ejercen el oficio de jueces, fiscales y personal de apoyo en los diversos tribunales del país, correspondería que tomen en cuenta un viejo dicho: “Hermosa es la justicia cuando la acompaña la caridad”; es decir que no puede haber justicia si no hay comprensión cabal de las falencias humanas, de la urgencia de que la justicia está formada por principios de equidad y ecuanimidad, que su práctica es reflejo de los sentimientos más que de los simples y fríos razonamientos que no siempre están acompañados de una pequeña dosis de amor.