Suena rimbombante, al mismo tiempo repetitivo y, por otra parte, parece el saldo de una promesa política vertida en el fragor de una campaña proselitista, aunque ya se viene otra para muy pronto, pero lo ineludible es encarar cuanto antes un verdadero programa para la diversificación de nuestra economía, si queremos alcanzar el objetivo deseado de mejorar las condiciones de vida.
Una mezcla de lirismo, muy próximo a la utopía de una nación que avizora un gran cambio para transformar el modus vivendi de toda su población, está íntimamente ligado al factor económico y, en el caso nuestro, a las fuentes que generan riqueza a través de la explotación de nuestros recursos naturales, principalmente mineros y también los agropecuarios, sin dejar de lado aquellos productos que con su transformación tecnológica y valor agregado se convierten en otra alternativa para la generación de empleos.
En los índices de ciudades “expulsoras” de su material humano Oruro marca una cifra preocupante por la migración de centenares de personas que optan por trasladarse a otras ciudades del interior, especialmente Santa Cruz, La Paz o Cochabamba, mientras que los más optimistas salen a países vecinos y otros van lejos para acomodarse en cualquier empleo sea en Europa o Estados Unidos, porque sencillamente nuestro departamento tiene limitados rubros con posibilidades de empleo seguro.
Una de las causas para las restricciones laborales es la falta de inversiones en todo sentido, desde la minería, pasando por la agricultura y ganadería, el turismo y la artesanía e inclusive el sector productivo de micro y medianas empresas textiles, todas trabajando apenas en los límites de sostenimiento lo que no permite expandir ningún negocio, por tanto tampoco ampliar las perspectivas de incrementar fuentes de empleo.
Con la decisión expresada por la comunidad orureña en la consulta de diciembre pasado sobre el asunto de la autonomía hay una decisión colectiva que obliga a pensar seriamente en impulsar la diversificación de nuestra economía, pero delineando planes de incentivo abierto a las inversiones, sean estas de cualquier tipo y monto, lo que importa es que promuevan creatividad para impulsar más y más empresas productivas y rendidoras.
Este es el tiempo de la conversión hacia la explotación de nuestros recursos naturales, en toda su magnitud, con una correcta administración de las utilidades, con incentivos a las inversiones y programas de reinversión para diversificar paulatinamente nuestra economía, asegurando fuentes de empleo y evitando la “expulsión” de nuestra fuerza laboral, profesional y de alto rendimiento productivo.
De momento el sector empresarial hizo saber su predisposición de diversificar la producción en diferentes actividades, bajo garantías a las inversiones y el respeto jurídico a la propiedad y los derechos ciudadanos lo que permitirá consolidar un sistema regionalizado que haga frente al desafío de eliminar el centralismo, impulsar nuestra estructura productiva y recuperar a la gente que salió, pero además comprometer a la que se queda en el proyecto del desarrollo sostenible y sustentable de la región.
Fuente: LA PATRIA
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