Sábado 15 de junio de 2013
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Sin ánimo de ingresar en los complejos meandros del psicoanálisis, parece que los tiempos de cambio que nos toca vivir están poniendo en evidencia que las acciones de mucha gente se guían sólo por los resultados del continuo enfrentamiento entre el héroe y el villano que todos los hombres tenemos dentro.
Las acciones más visibles de las gentes que guían nuestra vida en comunidad parecen depender sólo del resultado de la lucha permanente que libran ese héroe y ese villano que conviven en todo ser humano y luchan por el control de nuestra alma, para los creyentes. O de nuestra conciencia, para los agnósticos. De esa manera, la agenda diaria en nuestra vida en comunidad, al parecer, depende solamente de cuál de los dos prevalece.
Cuando triunfa el villano, bueno es recordarlo, las acciones se guían sólo según los deseos personales propios, sin que importen las consecuencias que puedan tener en las necesidades y deseos de las gentes del entorno. Muchas veces, incluso sin que importe el sufrimiento ajeno. Y mucho menos los principios ni los valores que rigen la vida en comunidad. Cuando triunfa el héroe, en cambio, las acciones se guían según la percepción anticipada de sus consecuencias, de la realidad externa y de las necesidades que puedan satisfacer o frustrar de los demás. Del respeto a las normas comunes.