Una vez más en la semana tenemos que referirnos al principal insumo alimentario de la gran mayoría ciudadana, el pan nuestro de cada día, ese pan que en la actualidad mantiene su precio pero, ha disminuido de peso ostensiblemente causando problema en la acostumbrada dotación familiar, puesto que el peso de 65 gramos se ha reducido a menos de 30 gramos.
La elaboración de pan en estas condiciones es un atentado directo al pueblo, es una infracción a disposiciones vigentes y se trata de un hecho delictivo que debería ser sancionado como tal, pues hay un flagrante engaño comprobado por autoridades competentes, lo que obliga a adoptar medidas de resguardo y respeto a la comunidad.
El problema tiene origen en la falla de abastecimiento regular de harina, por parte de la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa) que no entrega los cupos asignados, pero además se denuncia que en el último tiempo se comprueba mala calidad de la harina, lo que complica la situación pues no sólo hay poca harina sino que también es mala.
Cuando se alteran las normas habituales en la elaboración del pan de batalla, lo primero es disminuir su peso, añadir más bromato a la masa y vender pequeñas unidades, aprovechando la desesperación de amas de casa cuando necesitan este alimento prioritario que en algunos casos resulta el alimento oficial del día y ahora sustancialmente disminuido.
La población está alarmada con las fallas en la provisión de alimentos básicos e imprescindibles de la canasta familiar, el caso visto de la harina, el azúcar, arroz, fideos, aceite y otros que actualmente tienen precios variables, lo que nos muestra una aviesa intencionalidad del comercio de ingresar en una ola especulativa que al acentuarse podría ocasionar justificadas reacciones de la población en defensa de su restringida economía.
Las autoridades de gobierno que han creado empresas como Emapa para acopiar y comercializar directamente los productos de uso masivo, deberían adoptar previsiones para evitar desabastecimiento de insumos básicos, que como estamos comprobando con la harina ocasiona agio y provoca una ola inflacionaria que distorsiona la economía popular y puede provocar reacciones en cadena con daños al núcleo familiar y especialmente al de menor ingreso.
El pan de batalla debe mantener su precio de 0,40 ctvs. la unidad, pero también el peso establecido de 65 gramos para que el negocio sea normal y regular, pues disminuir su peso es un grave atentado que no puede permitirse y debe sancionarse severamente. Como también debe restringirse la elaboración de un pan con algo más de gramos y algún añadido particular, que lo convierte en “especial” y su precio oscila entre 0,50 ctvs. y hasta 1 boliviano, un ardid de los panificadores para obtener ganancias extraordinarias utilizando de manera incorrecta el cupo asignado de harina para el pan de batalla.
Según los panificadores, el sector es sujeto a sanciones por mala elaboración de pan, por menor peso o por suspender la panificación, pero la distribuidora de harina que incumple su obligación de entregar determinadas cantidades del principal insumo a las panaderías no sufre ninguna sanción, pese a que las fallas de aprovisionamiento constituyen una irresponsabilidad directa que ocasiona la escasez de pan de batalla. Un fenómeno que no tiene explicación, cuando algún ministro de Estado asegura que estamos saturados de alimentos básicos.
Fuente: LA PATRIA
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