Demostrado como está que la palabra y el sentido de “colonización” no tienen nada que ver con Cristóbal Colón y sí se puede aplicar a la ocupación de un espacio territorial, está claro que el Gobierno utiliza equivocadamente el nombre de “descolonización”.
El blog del Viceministerio de Descolonización dice que lo que busca esta dependencia estatal es “generar espacios de discusión teórica, práctica académica y política para superar la supremacía educativa occidental, con el objetivo de abrir nuevos paradigmas en los procesos de descolonización del conocimiento científico”. Aunque la utilización de la palabra “paradigma” es confusa, la inclusión del fenómeno educativo permite suponer que el viceministerio apunta más bien a procesos sociales y, en ese sentido, el uso de “descolonización” es más errado todavía.
Como España ya no ocupa físicamente el territorio que hoy es Bolivia, lo que parece buscar el gobierno es borrar sus influencias culturales pero eso será imposible debido a que la fusión motivada por la conquista dio lugar a un mestizaje imposible de extirpar hasta por razones biológicas.
Si lo que quiere el Gobierno es eliminar la “supremacía educativa occidental”, no debió crear el Viceministerio de Descolonización por cuanto la tarea de manejar la educación corresponde al ministerio del ramo.
Al parecer, a la actual administración le preocupa la influencia extranjera y, en virtud a ello, dirige su arsenal hacia la cultura estadounidense y sus representaciones más visibles; es decir, sus legaciones diplomáticas y agencias internacionales.
Sin embargo, perdido como está en sus disputas ideológicas, el Gobierno no toma en cuenta que Estados Unidos consiguió un nivel de penetración cultural muy profundo mediante un largo proceso que se realizó paralelamente a sus invasiones militares.
Entre fines del siglo XIX y principios del XX, cuando Estados Unidos intervenía militarmente en Chile, Hawai, Nicaragua, Filipinas y China, construía una base militar en Cuba y mataba a civiles en Veracruz (México), la Coca Cola iniciaba una expansión que hoy cubre prácticamente todo el planeta. “Detrás de la Coca-Cola está toda una estructura de aspiraciones, pautas de comportamiento; por lo tanto de un tipo de sociedad presente y futura”, escribieron Dorfman y Mattelart en 1972. Y, como demostraron ambos investigadores, la penetración no se limitó a esa gaseosa sino a toda una andanada cultural cuyas raíces ya dieron frutos y son cosechados todos los días. “Nuestros países se caracterizan justamente por ser exportadores de materias primas e importadores de factores superestructurales”, apuntaron.
Por tanto, el Gobierno está equivocando la puntería al tratar de borrar las huellas que España dejó en nuestro país ya que la penetración viene por otro lado.
En el tiempo presente, las potencias extranjeras ya no ocupan territorios sino nuestras mentes. Por ello, el proceso ya no puede llamarse “colonización” sino “transculturación” que significa “recepción por un pueblo o grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo a las propias” o bien “alienación” que es un “proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición”.
Una vez que comprenda que no tiene que “descolonizar” sino “desalienar”, entonces podría echarle un vistazo a prácticas extranjeras como el “Halloween” que crecen orondas en varios lugares del país, incluidos barrios paceños muy próximos al mismísimo Palacio de Gobierno, en las narices del gobierno dizque “descolonizador”.
(*) Premio Nacional en Historia del Periodismo
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.