Hasta hace ocho años, cuando el país recibía poco dinero por sus exportaciones y, sobre todo, por los precios bajos de lo que vendíamos, el Presupuesto General de la Nación era cubierto con préstamos, ayuda internacional y, por supuesto, cargándose a la cuenta deficitaria que cada balance anual presentaba.
Los tiempos han cambiado que, bien examinados, alarma grandemente: se han restringido nuestras fuentes de producción, se frenaron las garantías a las inversiones y, lo más importante, los precios de hidrocarburos, minerales y materias primas que producimos y exportamos, han subido como nunca en la historia económica del mundo. Este hecho enfrentó inclusive que hayamos producido menos pero recibido mucho más dinero hasta el extremo de conformar un fondo grande de reservas financieras.
La situación de bonanza de la economía no hemos sabido aprovechar y nos contentamos, muy peregrinamente, con las exportaciones de lo poco producido. La pregunta lógica es: ¿qué hubiese ocurrido si aumentábamos sustancialmente la producción y exportábamos más?, ¿Cuáles hubiesen sido los beneficios para todo el país?, ¿Cuánto hubiésemos dejado de prestarnos?
El gobierno, contrariamente a cualquier economía sana que debió cumplir tuvo hasta el beneficio de recibir donaciones de países como Venezuela, China e Irán; donaciones que, por supuesto, deberán ser ratificadas por los respectivos gobiernos de esos países o, de lo contrario, cargarnos como préstamos que habrían sido hechos por sus gobernantes a título personal pero con dinero de los países que administran.
La gran cantidad de dinero ha servido para que el gobierno se explaye en gastos. El Presidente de la República anunció el programa de gobierno con la intención de darle absoluto cumplimiento; pero, lo hizo en cuestiones que poco o nada tuvieron que ver con las urgencias y realidades del país y menos con miras a disminuir los extremos de pobreza en que nos debatimos. Que se han hecho obras, sí; pero, no de beneficio general para el país como es el caso de campos deportivos, pequeños dispensarios, pocos locales escolares y algo de obras de infraestructura como puentes y caminos. La verdad es que, si se cuantifica el total gastado, se podría llegar a importantes obras que pudo haberse realizado.
A propósito de estos gastos dispendiosos – caso de las compras de aviones de lujo y aeronaves para la FAB y otras para las FF.AA. al margen de contratar un satélite chino, barcazas que no llegan, etc. – cuánto hubiesen ganado, por ejemplo, miles de ancianos que viven en situación paupérrima en asilos y sitios de alojamiento, muchos de ellos abandonados por sus hijos ¿Por qué no se empleó parte de ese dinero en construir albergues y sitios cómodos y decentes para ancianos y niños en todo el país?
Todo señala que muy poco se ha cumplido de todo lo prometido. Lo lamentable es que, por esos yerros, no se aceptan siquiera los reclamos.
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