Domingo 09 de junio de 2013
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Caco, hijo de Vulcano y, tal vez, el más preclaro de todos los ladrones que han sido y que serán, vivía en una cueva del monte Aventino, a orillas del Tíber. Poco más o menos, en el mismo lugar donde hoy está situada Roma.
Su osadía y su habilidad como ladrón fue tanta que cuando Hércules volvió de España con los bueyes que le había sustraído a Gerión, Caco de atrevió a robarle cuatro toros y cuatro terneras obligándolos a andar hacia atrás hasta su cueva.
Mitad hombre, mitad sátiro, Caco apenas se dejaba ver. Pasaba la mayor parte del día en lo más profundo de su antro, sembrado de los huesos de sus víctimas, y sólo salía al exterior para desolar al país con sus fechorías. Virgilio relata esta fábula en el libro VIII de la Eneida.
Margarita Candón en: “Diccionario de frases hechas de la lengua castellana”.
Fuente: LA PATRIA