No todos están para humoradas, es verdad. Pero la vida se nos presenta a veces, sin quererlo, con un rostro de risueña hilaridad. “Lo artificial, lo injusto – dice Pío Baroja - ¡qué admirable escuela del humor! Dadme un pueblo con pelucas, con togas, con miriñaques, con injusticias, con absurdos, y os traeré al momento el humor”
Se la tenían jurada, con testimonio público. Si fuera necesario, hasta cambiarían las leyes con tal de verlo tras las rejas a Reyes Villa. Por experiencia conocida, de ello no había que dudar. El odio político es terrible. Es la siniestra fuerza del encono que persigue con saña y sin tregua. Y en este caso, con el apoyo de todo el aparato estatal.
Abogados, fiscales, jueces, uniformados y agentes civiles; es decir, toda una legión de cacería se movilizó tras las huellas del fugitivo. Estaba arraigado, había una orden de aprehensión y, según una información divulgada, sólo existen 17 puntos por donde es posible tramontar hacia el otro lado de la frontera. No podía fallar el minucioso rastrillaje. Anunciaron que ya estaba acorralado y que su captura era inminente.
Ante tal eventualidad, no es aventurado suponer que ya le tenían incluso un lugarcito en San Pedro, para llevarlo allí apenas fuese aprehendido. Tenerlos bajo sombra a los dos recalcitrantes opositores en las pasadas elecciones era, ni duda cabe, un anhelo acariciado. Pero la cosa era encontrarlo, aunque sea en los silos del infierno, si es que existe.
Una vez preso, la “justicia”, esa que dinamiza sus asuntos con paquidérmica agilidad, se encargaría de procesarlo, sin preocuparse para nada del tiempo de la detención preventiva, tal como sucedió con el ex prefecto de Pando. (¡Más de 15 meses sin forma ni figura de juicio!) Lo importante, lo fundamental era tenerlo ya dentro al “reo”. Y después, que venga lo que venga, así sea a paso tardo y pesado del “proceso de cambio”.
Pero he aquí que un día ¡qué catástrofe!; primero, como para no exacerbar a nadie, casi sólo como una duda; y luego, la versión de que Reyes Villa ya no estaba en territorio nacional. Con datos específicos sobre el día, la hora y la compañía de aviación y todo, de manera oficial, se confirmó que efectivamente el perseguido llegó a Lima y de allí emprendió la ruta del exilio hacia los Estados Unidos.
Cuando ya el avión en vuelo, es probable que Reyes Villa habría exclamado, con irónica complacencia: ¡Ah, no contaban con mi astucia! Un periodista comentó con sorna: “El Bombón demostró ser más inteligente que los sabuesos que lo perseguían”; otro, añadió: “El Manfred debió haberse dedicado a la música; pues tiene un singular talento para las fugas”
Y lo que sigue. En el ámbito del oficialismo rodaron varias cabezas, acusadas de presunta negligencia. Quién sabe si rodarán otras más. El Vicepresidente descargó su furia con duros epítetos en contra del “prófugo de la justicia”. Un vocero oficialista calificó de cobarde la actitud. ¡Debe ser fácil no pecar de eso cuando se está rodeado de protección y seguridad! En tanto que para el otro, el pan amargo del exilio empezó a marcar su huella en el duro terreno de la ausencia.
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