Jueves 06 de junio de 2013
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“El verdadero huérfano es el que no ha recibido educación”, el sentido de este proverbio nos demuestra la enorme responsabilidad que tienen los maestros en las aulas de educación. La enseñanza que imparten tiene un doble empeño, ilustrar a niños y jóvenes para hacerlos mejores y por tanto más dichosos.
La tarea del maestro es difícil pero exaltante. La ignorancia es un freno para el progreso. La juventud espera tener educadores que sean auténticos Maestros, que sepan orientarlos hacia ideales elevados y darles ejemplos de ellos para contribuir a la construcción de una sociedad más humana.
El maestro ideal es el que sabe educar con amor, para el amor y en el amor, para ser recordado eternamente, es por ello que los maestros deben provocar en sus alumnos la sed de la verdad, la sabiduría y el deseo de vivir en paz. La misión de un buen maestro es colaborar con Dios en el perfeccionamiento de sus hijos, porque en la educación hay que enseñar a “ser y no sólo a saber”.