Desde la última quincena de mayo y los primeros días del presente mes en los centros de abasto, almacenes de abarrotes y tiendas de barrio se aprecia una marcada elevación de precios en los principales productos de consumo de la “canasta familiar”, además del parcial desabastecimiento, de algunos productos, lo que muestra una aparente ola de agio y especulación y la falta de apropiado control por parte de las autoridades competentes.
Se utiliza una serie de argumentos en los mercados y las tiendas, el invierno por una parte, en el caso del pan la falta de entrega de harina, principal insumo para elaboración del producto de consumo masivo. Por otra parte se menciona también la demora en la llegada de alimentos básicos, como azúcar, arroz, aceite y otros, lo que significa que algo está sucediendo en el aparato productivo nacional o mínimamente en los sistemas de distribución.
Seguramente las movilizaciones sociales, los bloqueos persistentes y algunas otras reacciones populares han perjudicado también el transporte y el abasto oportuno de algunos productos, no todos, complicando un círculo que es muy bien aprovechado por los comerciantes creando una espiral inflacionaria y por supuesto especulativa, que atenta contra la economía de la población.
En este corto periodo se han reactivado también planteamientos postergados por ejemplo del sector del transporte público, amenazando con elevar las tarifas de sus servicios, pero sin compromiso de mejorarlos y admitiendo por lo menos una reestructuración de las líneas para que exista mejor servicio.
En tanto todavía los trabajadores no sienten el efecto del incremento porcentual en sus salarios, pues el desequilibrio entre lo que se recibe y lo que se gasta sigue teniendo una enorme brecha cuyo ancho y profundidad no se cubre con el mínimo incremento salarial, peor aún si se trata de satisfacer la expectativa de los jubilados que mantienen esperanzas en la obtención de una renta más justa y solidaria.
La situación es realmente compleja, tomando en cuenta la avidez del sector del comercio de alimentos que aprovecha cualquier coyuntura para incrementar precios y lo que además se ha podido detectar, práctica el ocultamiento de algunos productos de primera necesidad cometiendo el delito de especulación y agio manifiesto en perjuicio de la comunidad, desprotegida además de un eficiente y oportuno control de las autoridades correspondientes.
En los niveles superiores, empezando por el Ejecutivo, el caso de las Asambleas departamentales, los parlamentarios y los Concejales ediles todos están más ocupados en resolver los problemas de política partidaria o sus desavenencias internas, que en buscar soluciones prácticas a los problemas que aquejan diariamente a las familias, especialmente de menores ingresos.
Es importante que se definan políticas muy claras en defensa de la economía popular, evitando el desabastecimiento de insumos básicos, como harina, especialmente para la elaboración del pan, azúcar, arroz y otros que son de alto consumo y que no deben desaparecer de mercados y almacenes.
Hay que evitar también que sectores que prestan servicios, como el transporte público, quieran aprovechar la circunstancia del oleaje especulativo, pero esa situación debe ser objeto de un minucioso estudio, considerando algunas prerrogativas favorables para el sector, como la subvención a carburantes y el compromiso de brindar mejores servicios para nivelar sus tarifas.
Son una serie de aspectos que deben ser tratados en su justa dimensión por las autoridades, poniendo remedios oportunos antes que la especulación desbarate la endeble economía de la canasta familiar.
Fuente: LA PATRIA
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